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Solo aspiro que mi último suspiro, se produzca en tu regazo

Solo aspiro que mi último suspiro, se produzca en tu regazo
Rafael Ramírez Ferreira

Porque… “No lo puedo evitar: La idea de
lo infinito me atormenta”.
Por Rafael R. Ramírez Ferreira.-

«El arte de vivir es más parecido a la
lucha que a la danza; lo principal es
permanecer firme y dispuesto
para un posible ataque».
Marco Aurelio.-

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Hoy, en este día primoroso me quiero complacer a mí mismo. Y sé, porque lo sé, que por igual complaceré a muchos. Quizás una cerveza bien fría, sin mucha bulla, pero al aire libre. Respirar como si fuese mí última aspiración y degustar como buen vino, ese momento en el cual no volveré a respirar la misma bocanada de aire, tal vez parodiando al gran filósofo Heráclito, que producto de sus profundos y sabios pensamientos expresó que nadie puede bañarse dos veces en las aguas de un mismo río. Y es claro que se refiere a que el agua que corre por él, ha cambiado siguiendo el compás del tiempo y de la corriente.

Igual ocurre con todo en la vida, porque está sujeto al cambio y esto, solo hace arraigar en mí el concepto de que la vida no es algo continuo -continuo solo el tiempo, el cambio- por demás, simplemente es solo una suma de pequeños momentos, unos alegres, otros tristes o quizás melancólicos, que van resumiendo la vida en algo agradable, algo pasable o algo extremadamente desagradable.

Por eso, hoy bendigo poder ver el día y poder sentir el maravilloso sentimiento del querer, del amor, de la amistad y la fuerza para hacer de cada momento una adicción a repetir indefinidamente, hasta que no queden fuerzas para darte el abrazo, para darte el beso o dejar mi último suspiro en tu regazo; así de simple, solo quisiera.

Por eso nunca he aspirado o esperado mucho de la vida, solo he aspirado a ser, principalmente algo más que un decir, que un recuerdo o un lamento de lo que pudo haber sido y no fue. Soy y he sido lo que en mi infancia y adolescencia siempre quise llegar a ser, disfrutar la tranquilidad y la paz celestial que produce el no tener deudas pendientes con nadie ni de nada, porque todo lo he pagado, quizás más de su valor pero conforme con mi conciencia y mis sentimientos. Todo esto, sin perder la eterna aspiración de poder llegar al último momento, con la satisfacción de disfrutar de la belleza donde y como se manifieste y que toda mi existencia la pueda resumir como un bello y retardado poema de paz y ternura.

Por eso, hoy he mandado al carajo los políticos, los escuderos y todo ese tipo de vacuencia, para pensar, como dice una canción; “que a veces llega la lluvia/ para limpiar las heridas/ y a veces, basta una gota de agua/ para acabar la sequía”.
Y así es todo en la vida; algunas veces con una claridad que hasta daño nos hace y en otras tantas, aparece la oscuridad que nos aterra. En eso estriba la vida y la felicidad, en poder adaptarse a los cambios, haciendo el esfuerzo mayor que tienda a buscar lo que se considera bueno, bello, lo llamado a ser querido. Porque total “y para qué llorar, pa’que, / si luego la pena se olvida; / y para qué sufrir, pa’que, / si así es la vida; / hay que vivirla… la, la, la».

A veces pienso, sin rastro alguno de amargura, desencanto o fatal presagio, muy por el contrario, pleno de alegría por lo vivido, que así como nacemos, por regla natural, moriremos en algún momento o lugar y en ese instante en vano me cuestiono… ¿Cuáles serán mis últimas palabras cuando llegue la inexorable hora de la muerte?

Me cuestiono y en verdad sé que moriré sin saberlo, quizás perdido en esa nebulosa que produce una anestesia o el conformismo que produce la llegada de lo inevitable. En base a esto, estoy considerando seriamente tomar todas y cada una de las palabras que emita, como si fuesen las últimas.

Quizás hasta me tilden en demasía como demodé, pero aun así, estoy pensando seriamente que cada una de ellas sea como un poema; como una absolución a todos y todas aquellas personas que se crucen o hayan cruzado en mi vida.

Que cada palabra sea de alegría y estímulo para todo el mundo, comenzando por mí mismo. Y sobre todo, quisiera que en ese momento crucial, después de mi última palabra, no quede ninguna huella de recuerdo alguno y que la nada me arrope con su manto insensible de eternidad y mi última visión, sea la imagen de tu rostro. ¡Sí señor!

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