Lisa es una de un número creciente de padres que se enfrentaron a la violencia doméstica de sus hijos
«Muchas veces pensé en los cuchillos que estaban abajo. Y me preguntaba si él nos iba a matar mientras dormíamos».
La que habla es Lisa y se refiere a James, su hijo de 13 años.
Asegura que el adolescente se volvió tan violento durante el confinamiento impuesto en Reino Unido el año pasado durante la pandemia, que temía por su vida.
Y parece que Lisa no es la única.
Un servicio de apoyo a familias en Gales ha visto un aumento en la violencia doméstica de «niños contra padres», con casos de menores de tan solo cinco año
Nick Corrigan, de la organización Parallel Lives, afirma que «estar encerrados juntos» durante la pandemia agravó la situación para muchas familias.
Lisa afirma que cuando las cosas estaban en su peor momento en su casa, insistía en que el hermano de dos años de James durmiera con ella por seguridad.
La mujer cuenta que poco después de que se impusiera el confinamiento en Reino Unido en marzo del año pasado, el comportamiento de James cambió por primera vez, de un «hijo modelo y un hermano mayor cariñoso» a un abusador doméstico.
«Se quedaba en la cama todo el tiempo», recuerda Lisa, cuyo nombre ha sido cambiado para proteger su identidad.
«Una vez quise levantarlo para cocinar un pollo con la familia».
«Simplemente se enojó sin motivo, fue a la sala de estar y lanzó al perro. Simplemente lo levantó y lo arrojó».
«El perro chilló y yo simplemente lo sostuve».
James, cuyo nombre también ha sido cambiado para proteger su identidad, solía referirse cariñosamente al perro de la familia como «su hijo».
Así que el hecho de que pudiera volverse contra su amada mascota hizo que Lisa temiera que pudiera lastimarles a cualquiera de ellos.
Lisa es una de un número creciente de padres que se enfrentaron a la violencia doméstica de sus hijos durante el confinamiento.
Algunos padres informaron que les arrojaban televisores, mientras que en otros casos los padres quedaban en ocasiones necesitando tratamiento hospitalario.
Para Lisa, el ataque de su hijo al perro fue solo el comienzo. Su violencia comenzó a escalar y ella comenzó a sentirse como su «prisionera».
Posteriormente temía que James pudiera lastimar a su hermano menor.
Además de ser impredecibles, sus arrebatos violentos también se estaban volviendo más controladores.
Una mañana cuando se les hizo tarde para salir de casa, Lisa le gritó desde abajo para instarlo a que se diera prisa.
«Me acababan de operar en la mano», explicó Lisa. «Él me insultó y dijo: ‘Bajaré en un minuto'».
«Entonces corrió escaleras abajo y agarró mi mano con tanta fuerza que pensé que había abierto la herida. Sabía que me habían operado. Quería lastimarme de forma que la gente no lo viera o de forma que no quedara un moretón».
Lisa pronto descubrió que el mismo James estaba siendo intimidado por sus compañeros de clase.
Como cualquier madre, estaba angustiada y desesperada por ayudar, pero el comportamiento vertiginoso de James significaba que sentía que ya no tenía el control.
Señala que uno de sus momentos más tristes fue finalmente suplicar a los servicios sociales que se llevaran a su hijo.
Explica que seguía amando a James y quería ayudarlo, pero ya no reconocía a su hijo.
«Todo estaba yendo de mal en peor rápidamente», asegura. «Sentía que todos me estaban juzgando por tener un hijo tan agresivo, tan horrible».
«Era como si él me estuviera dejando tener el control cuando tenía ganas. Entonces, si lo castigaba en el día equivocado, me tocaba a mi el castigo».
Lisa cuenta que frecuentemente se veía obligada a encerrarse con el hermano de James en su habitación y marcar el número de emergencias, pero siempre le decían que las cosas no eran lo suficientemente malas como para intervenir, porque el propio James estaba viviendo en un «ambiente seguro».
Dice que contactó a concejales, diputados, organizaciones benéficas, servicios sociales y policía, pero todos le decían que no se podía hacer nada.
Finalmente, se les ofreció tanto a ella como a James un lugar en un curso dirigido por uno de los únicos servicios de apoyo para violencia de hijos contra padres en Gales, y eso es algo que, dice, ayudó «más allá de lo imaginado».
Parallel Lives indica que vieron un aumento de un tercio en los casos por violencia de hijos contra padres desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020.
El proyecto, financiado por el Ministerio del Interior británico y supervisado por la Unidad de Prevención de la Violencia de Gales, muestra que todavía se están sintiendo los efectos del confinamiento más de un año después, con familias afectadas en todos los sectores de la sociedad.
Y la mayoría nunca antes había experimentado ninguna forma de abuso doméstico.
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«Hemos visto casos en los que los niños han arrojado televisores a los padres. Hemos visto casos en los que han atacado a los padres con martillos, con cuchillos de la cocina», explica Nick Corrigan, director de Media Academy Cymru, que dirige el programa de Parallel Lives.
«Cada uno de estos casos podría ser mortal», dice.
Corrigan señala que se puede asumir que «estar encerrados juntos» ha agravado la situación para muchas familias.
«Estamos recibiendo casos de personas cada vez más jóvenes», dijo. «En la última semana, nos han referido casos de niños de cinco años».
El coordinador del programa indica que la mayoría de las agresiones de los niños se derivaban de una necesidad insatisfecha; en el caso de James, el hecho de que lo acosaran fue un factor.
«No se despiertan una mañana y quieren comportarse así», indica Megan Davies, de Parallel Lives.
«Están mostrando esos comportamientos como una forma de comunicación, de decir ‘algo está pasando, necesito ayuda'».
«Desafortunadamente, a menudo no tienen el vocabulario o la salud mental necesarios para verbalizar cómo se sienten».
Lisa asegura que cree firmemente que sin ayuda su hijo ya estaría bajo tutela de las autoridades o en la cárcel, muy probablemente por un crimen contra su familia.
«James ha aprendido la empatía a un nivel más profundo», expresa. «Ahora quiere ayudarse a sí mismo de nuevo».
De hecho, James, que pudo seguir viviendo en su casa, apoyó a Lisa en su decisión de hablar sobre lo que sucedió el año pasado.
Lisa afirma que ambos están ahora dispuestos a hacer lo que sea necesario para evitar que su relación vuelva a ser tan mala.
Y a la vez esperan que su historia pueda alentar a otros a saber que las cosas pueden mejorar.