La familia que no nos abastece decae. Necesitamos mucho más de lo que nos proveía y cada vez puede menos, obligándonos a realizarnos fuera de ella.
Algunas subsisten todavía con criterios del siglo XIV. No se alarmen si les digo que la familia es una institución religiosa fundamental y debe ser tratada como tal, en lo privado. Nadie dice que es el pilar carcomido de su arcaica fe, a pesar de cuanto decae la fuerza de la tradición del matrimonio que civil o religioso le da patente pública a sus actos privados.
La familia es la institución conservadora máxima que nos involucra a todos con el atraso que decimos no querer. Desde hace siglos viene presionada por circunstancias diferentes a aquellas que válidamente la instituyeron, cambiándola; siguiendo el cauce del desarrollo económico y político de las comunidades.
La familia fue entonces el primer amparo contra toda inseguridad, peligro o necesidad, de las que no salíamos, sirviéndonos para preservarnos, defendiendo la supervivencia en el marco estrecho de los vínculos de sangre que nos unían primordialmente contra todo y todos, como clanes concéntricos, agresivos contra terceros, todos aislados dentro de nuestras debilidades y desconfianzas.
Así fuimos y vivimos hasta la revolución agrícola que nos liberó del paleolítico y del neolítico deshaciendo y rehaciendo nuevos vínculos, concentrándonos alrededor de la producción sedentaria y evolucionando con esta, dispersándonos luego dentro de un mar de crecimientos poblacionales y migratorios en los que los parientes cercanos antiguos nos desconocemos y los más próximos nos ignoramos hasta el día de una partición sucesoral – si las hay – tras de la cual no sabemos si nos volveremos a ver, ¿para qué?
Otros son los vínculos que suplen los antiguos que relevaban la unidad de las familias y su afectividad como sinónimo de complementariedad, siéndolo hasta la endogamia.
Hoy otros somos, con diferentes caracteres psico-sociales, afectados del desapego involuntario, marcando la tendencia que se liga con la liberalidad de las parejas, algo que hará que la filiación se haga por vía materna, por ser más segura y re-afirmativa de los derechos humanos e individuales de las hembras en especial, en un mundo para ellas con menos inhibiciones y simulación, y sin las restricciones contractuales del matrimonio organizando la legación de patrimonios, que es todo cuanto interesa al Derecho Civil y los que antes provenían del supuesto padre, por lo que su apellido tenia precedencia como aun hoy en el linaje, preservando la jerarquía de género y social, siendo lo sacro que igual defendían las autoridades civiles que religiosas vigorosamente, sin distinción de sectas.
En ese aspecto no hubo reforma, excepto las que imponía la evolución de la vida misma, respetablemente.
El desarrollo fragmentó las sagradas familias bajo de los distintos regímenes políticos, todos con el común interés de reservarse el monopolio de la educación dirigida a imprimir en el disco duro de los educandos la mentalidad futura afín con los intereses gobernantes.
Es aquí donde se libra la más importante lucha entre el escolatismo y la Ilustración, que en el país sigue anclada en el siglo XVI. Se puede gastar el 100 % del presupuesto nacional entre los mercaderes de la educación sin liberar al hombre y a la mujer de sus atavismos culturales e ignorancias y sin evitar a la sociedad dominicana los múltiples pasivos y conflictos, si no tenemos muy presente al hombre y a la mujer de mañana, hoy niños que van a las escuelas, formándolos de inmediato para el desarrollo económico con justicia social e integración humana del mundo al que entramos.
Los guruses que manipulan la educación actualmente solo quieren mayor capacidad productiva gratis y que les subsidien los negocios educativos de su clase social igual que a los sindicatos de maestros, no importando la calidad de la nuestra para mañana y sin ocuparse de la reforma social y familiar desde las aulas.
Necesitamos remover siglos de sedimentaciones calcificadas y de lastres, de lo contrario proseguiremos muy pronto desde las actuales hacia peores crisis.