Pienso que al pedir la dimisión del Presidente de la República, los 88 “intelectuales” de la famosa proclamade esta semana han ejercido un derecho que es sagrado y que consiste en expresar su pensamiento puro y simple.
Creo, no obstante, y ojalá yo esté equivocado, que dicha petición es un tanto errónea, aun cuando Danilo Medina la complaciera, pues las razones que la sustentan no parecen tan singulares ni tan contundentes como para justificar el barullo en que probablemente se embarcaría el país en caso de ser asumida.
Por ejemplo, ¿quién sería el sustituto del Presidente?, ¿sería alguien esencialmente diferente a él?, ¿sería, por la gracia de Dios, un místico que por vivir en comunión permanente con la divinidad resultará radicalmente distinto a la autoridad actual?, ¿alguien tan rectilíneo que será incapaz de permitir desviaciones?, ¿un sabio bondadoso dotado de una moralidad tan vertical que le impida contemporizar con las bajezas y contumelias de este mundo?
¿Dónde hallaremos a ese activo y muy especial Hijo de Dios el cual esperamos nos liberaría del riesgo supuestamente representado por el Presidente a sustituir?
¿Dónde vivirá ese confiable redentor?, no lo tenemos a la vista pues los funcionarios que podrían hacer de sustitutos, según nuestras normativas, son humanos igualmente imperfectos como el actual y como todos los que le han precedido en el mando.
¿Qué debemos hacer entonces?
Ser pacientes, seguir luchando por el respeto a la institucionalidad, ser persistentes, continuar expresando por medios pacíficos y civilizados la inconformidad de la población ante los descuidos incurridos tradicionalmente por la autoridad; mejorar incluso la forma de manifestar dicha frustración, hacerla más y más creativa, más y más activa, casi ubicua!!!, para tenerla presente en todos los quehaceres de nuestra vida cotidiana, de modo que no se le pueda ignorar.
Me parece, por otro lado, que la JCE ha incurrido en un innecesario destape ante la petición de los aludidos “88 intelectuales”, y, poniéndose, al parecer, “en donde el coronel la vea”, ha calificado la proclama de una forma provocativa y poco considerada, olvidando que la JCE es la institución que mejor conoce los detalles de ciertos errores que crispan y desesperan a la población.
Que Dios ponga su mano sabia y pacificadora sobre todos nosotros y nos ayude a entendernos, sin llegar a lo peor.