A propósito de lo ocurrido en el Congreso con la llamada reforma constitucional lograda a “billetazos limpios” (que en verdad son de origen sucio), el director de EL DÍA, Rafael Molina Morillo, comenzaba su columna del pasado martes diciendo lo siguiente:
“No pude encontrar en mi modesto vocabulario otra palabra que “asco” para definir mejor lo que siento hoy al pensar en mi querido e infortunado país”.
Y en otro párrafo, el decano del periodismo dominicano decía: “Se supone, además, que tenemos un Congreso cuya principal función debe ser legislar en beneficio del pueblo, pero resulta que las senadurías y diputaciones son simplemente mercancías que se venden y se compran a dos por chele, como si se tratara de un mercado, mientras sus titulares cobran paralelamente a sus salarios, dietas, gastos de representación, exoneraciones, barrilitos y cofrecitos”.
Al leer esto recordé el artículo “La importancia de sentir asco”, que escribí en 2011, en el cual me refería a una información de BBCmundo sobre el asco y lo beneficioso que sentir este ha sido para la salud e incluso para la supervivencia de la humanidad.
Por oportuno, reproduzco algunos fragmentos de aquel artículo:
“La repugnancia a ciertas cosas o conductas nos protegen de las infecciones”, dice el artículo basado en una investigación realizada por un equipo encabezado por la doctora Valerie Curtis para la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Y agrega que “ese sentimiento de aversión ha ayudado a la humanidad a evolucionar para poder reconocer y evitar una serie de enfermedades infecciosas causadas por gente enferma, agua sucia, vómito, fluidos corporales y muchas otras cosas que nos hacen reaccionar con asco.
”Sin repugnancia, y las conductas higiénicas que esta provoca, las enfermedades infecciosas causarían mucha más morbilidad y mortalidad tanto en nuestra especie como en todas las especies animales”, dice la doctora Valerie Curtis.
Sin embargo, a menudo la gente ignora esta reacción natural de nuestro cuerpo que no es otra cosa que “la primera línea de defensa” ante lo que considera dañino… y entonces paga las consecuencias, a veces con la propia vida.
¿Acaso no estarían los políticos dominicanos obligados a ser más éticos, más honrados si la mayoría de los dominicanos les mostráramos -con toda sinceridad- el asco que nos provocan? ¡Asco!