Los motines, forma extrema de la muerte en custodia y, en general, todos los problemas del mundo penitenciario, no terminan, sino todo lo contrario, empiezan.
El 29 de marzo, Venezuela fue el escenario de la muerte de más de 68 reclusos en la cárcel de Carabobo, el segundo mayor motín en su malograda historia carcelaria; la causa verdadera: la terrible situación de los centros penales.
10 de abril, una masacre en la prisión de Santa Izabel, en la que murieron 20 reclusos en intento de fuga y un vigilante penitenciario. Se trata de una cárcel saturada, donde existen bandas criminales. El motín, con fines de fuga, se llevó a cabo mediante una balacera.
Pero el 10 de enero, también en Brasil, se vivió luto penitenciario, en esta ocasión cobró las vidas de 9 reclusos, por las mismas razones.
A México, le tocó la mala hora de la violencia de intramuros en enero de este año, en el penal de La Toma, al este de Veracruz; para controlar un motín, murieron 6 agentes penitenciarios y un recluso, según dice el cable, la causa fue por el traslado de un reo de alta peligrosidad.
Ahora es la triste suerte de nuestro país. En los últimos motines, murieron 5 reclusos tratando de repeler un sistema que amenaza convertirlos en seres residuales y cloacales, algunos de ellos a manos de agentes.
Los últimos sucesos han tenido lugar en los CCR (La Vega, San Pedro de Macorís), y las autoridades admiten que el problema del hacinamiento es crítico, y que la violencia mortífera, así como la cifra de los presos preventivos, no para de crecer.
Pero en el mundo tienen otra idea de los grandes problemas carcelarios: las malas condiciones de vida (hacinamiento y ausencia de servicios), la presencia de bandas criminales (drogas y armas de todo tipo) y la corrupción (por el uso económico que representan esos lugares).
La enseñanza de la obra “El preso sin condena en América Latina” (1972) nos ayuda a reflexionar que la prisión preventiva ha sido la principal razón del dédalus carcelario; pues, es la peor de las burocracia de la institución las que los mantiene presos, cuando caen en el tremendo hoyo negro que es la prisión.
Por eso desprecian el verdadero tratamiento, no utilizan el indulto, ni ensayan otras alternativas. Servirá de algo decir que la pena de prisión –tal como la heredamos de la Ilustración– fue una alternativa de la alternativa.
El sistema penitenciario nacional se ha proclamado como Nuevo Modelo. Creo que ellos confunden la cuestión del tratamiento penitenciario con ciertas “amenidades” que se les conceden a los reclusos, tales como lograr que puedan ver televisión u otros entretenimientos, hacer deportes, cumplir las tareas de limpieza bajo supervisión de VTP.
El sistema penitenciario es así, aun. Pero el ideal siempre fue hacer el menor uso posible de la pena privativa de libertad, combinando la legalidad con el tratamiento, siendo preferible lo primero sobre lo segundo.
El exceso de esfuerzo de este nuevo modelo cambia la situación de la prisión, pero eso no es la verdadera razón de la pena. Una pena que no puede coexistir en el medio carcelario más irracional y atroz. Algún día cesará la violencia de los penales. No tiene que ver con la expresión “la mejor cárcel es sencillamente aquella que no existe”.