Sinceridad

Sinceridad

Sinceridad

Ana Blanco

Sinceridad. Qué palabra tan hermosa. Qué acción tan fuerte. Cuando la practicas, te sientes bien, cuando la recibes, te sientes bien.

Pero al mismo tiempo qué miedo nos da ejercerla. Miedo a que no nos entiendan, a que nos juzguen, a que nos cierren puertas, a ser vulnerables y un largo etcétera. Por eso tendemos a disfrazarla, exagerarla, manipularla y en su grado más extremo a llegar a la mentira.

¿Por qué lo hacemos?
Porque anteponemos siempre la opinión de los demás, el qué dirán o aquello se espera de nosotros dentro de esa repartición de roles que tanto gusta en nuestra sociedad.

Para encajar es mejor muchas veces disfrazar aquello que somos y poner filtros a lo que decimos. Y siempre me pregunto: ¿todo ese esfuerzo para encajar no se podría dedicar a hacerlo sin tener que mostrar o ser lo que uno no es?

Seamos sinceros (nunca mejor dicho), no hay nada más liberador que tener a alguien delante y decirle las cosas tan cual las sientes, las piensas y las quieres. Y, por el contrario, cuántos malos entendidos se evitarían si el otro fuera sincero con nosotros.

Y que conste que no equiparo sinceridad con verdad o con tener razón, eso es otra cosa.
Me refiero a tener la suficiente libertad, autoestima y autonocimiento para salir por la puerta a cara limpia, sin máscaras, sin manipulaciones, sin inventos, tan solo mostrando al mundo lo que uno es.

Esto es algo que llevo mucho tiempo analizando y confieso que he intentado mucho aplicarlo, pero todavía tengo que practicar el que la gente no confunda ser sincero con ser brusco o querer tener la razón.
Trabajo en eso, pero lo que sí hago siempre es mostrarme sin tapujos porque al final, no lo duden, las máscaras se caen.



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