Muchos saben que comparto el objeto de la presente reforma constitucional. Mis reservas tienen que ver, fundamentalmente, con la petrificación de las reglas para la elección presidencial.
Esto a propósito de su inclusión en el artículo 268 constitucional, que consagra la inmodificabilidad de la forma de gobierno, pues muchos sostienen que dicha reforma no precisa del referendo aprobatorio.
Si la actual Constitución permite la modificación del régimen de elección presidencial y el proyecto plantea que dicho sistema sea irreformable, está enmendando la forma de reforma de la Constitución.
Tanto que la impide. Siendo que, por disposición del artículo 272 constitucional, debe ser sometida a referendo, sería la oportunidad dorada para estrenar dicho mecanismo de democracia participativa y con ello legitimar la plausible iniciativa presidencial.
La democracia, definida como conjunto de reglas que establecen quien está autorizado a tomar las decisiones colectivas y con arreglo a qué procedimientos (Bobbio), no puede ser una formalidad, debe ser una realidad. La esencia del fenómeno político designado con ese término es la participación de los gobernados en el gobierno (Kelsen).
El reto para la Asamblea Revisora es la coherencia política: o se impone el criterio de una representación a secas, o se manifiesta en cada momento trascendente.
El presidente Abinader es un demócrata, pero quiere dar pronta salida a su iniciativa, bajo la premisa de no ser necesario acudir directamente al pueblo para que se manifieste.
Sus asesores lo han inducido a error. No tanto por lo que dije antes, sino porque la mejor forma de darle estabilidad en el tiempo a la reforma y evitar los desmadres ante el Tribunal Constitucional, es ganando mayor legitimidad.
Abinader ha predicado y practicado la mayor participación ciudadana posible. Ahora, creo que debe replantearse el regreso al fortalecimiento de la ciudadanía, como voluntad de contribuir a, y de vivir, por la patria (Drucker), cuestión nuclear de la teoría y práctica políticas, por su significado en cuanto a derechos y obligaciones.
En la forma que está planteada la reforma constitucional, el Poder Constituyente se aleja y los mecanismos de participación consagrados en la Constitución pasan a ser pura teoría.
No creo que el presidente Abinader ni los legisladores (constituyentes derivados) desaprovecharían la oportunidad para darle vida y sentido al referendo aprobatorio. De lo contrario, no sería tan ciudadana la reforma constitucional.