Puerto Príncipe.- Nada separa los catres en los que yacen los hombres, mujeres y niños alojados en este antiguo galpón. En el centro para el tratamiento del cólera de la comuna de Carrefour, cerca de Puerto Príncipe, los pacientes no tienen ninguna privacidad.
Djelile Pierre alimenta con una jeringa a su hija de 5 años, hospitalizada desde hace tres días. «No pensé que fuera a sobrevivir», dice la mujer de 24 años.
«Aún está muy débil y rechaza cualquier alimento». Por haber bebido agua no tratada o ingerido una comida mal preparada, la niña se enfermó de cólera, como le ha ocurrido a los cerca de 800.000 haitianos desde que comenzó la epidemia en octubre de 2010.
La ONU finalmente admitió a regañadientes hace unas semanas la responsabilidad de sus cascos azules de Nepal en la introducción de la enfermedad en Haití, pese a recordar que las demandas en su contra por esta causa no fueron admitidas por la justicia estadounidense.
Pero los equipos médicos que se encuentran en el terreno están preocupados sobre todo por la falta de dinero.
«Después de octubre no sabemos cómo vamos a seguir apoyando la respuesta rápida», advierte Jean Ludovic Metenier, representante adjunto de Unicef en Haití.
Ahora las organizaciones humanitarias no intervienen más que para evitar la propagación. Cualquier paciente que llega con diarrea aguda al hospital de Verrettes, a 60 km de la capital, es interrogado por miembros de la ONG francesa Acted: determinar la forma en que fue infectado es crucial para evitar que la enfermedad se extienda.
Así, un equipo visita la casa de un joven que fue hospitalizado en la mañana y aplica una solución clorada en su pequeña casa con paredes de tierra.
«Descontaminamos el domicilio del paciente y de sus letrinas para matar la bacteria para que las personas que comparten el lugar no se contagien», explica Nadine Guerrier, quien trabaja para la ONG.
En el pequeño pueblo rural, la operación no pasa desapercibida y los trabajadores humanitarios recuerdan a todos los curiosos las medidas de higiene a seguir.
Esta concienciación sobre la emergencia constituye actualmente la única acción eficaz para hacer frente a la epidemia.
Estructuras sanitarias deplorables
«Dejamos de trabajar completamente en las infraestructuras sanitarias y de agua potable», lamenta Emilie Bernard, directora de Acted para Haití. «No hacemos más que poner una curita en una fractura expuesta».
Seis años después del inicio de la epidemia, las infraestructuras sanitarias siguen siendo deplorables: el 72% de los haitianos no tiene cuartos de baño en sus casas y, según la ONU, el 42% todavía no cuenta con acceso seguro al agua potable.
Una situación aún más problemática si se toma en cuenta que cada semana aparecen 500 nuevos casos de cólera. Haití se enfrenta a la peor epidemia de su historia reciente.
«Desde principios de año, tenemos 25.000 casos en el país», dice Jean Ludovic Metenier. «En República Democrática del Congo, un país con diez veces más habitantes, desde enero solo hay 15.000 casos».
El hecho de que la alarmante crisis sanitaria que castiga a Haití ya no suscite el interés de la comunidad internacional desalienta enormemente a los equipos que actúan desde hace seis años contra la epidemia.
«El cólera puede eliminarse si se cuenta con los medios», insiste Metenier. «El ébola, que ha tenido el mismo impacto en términos de mortalidad, ha movilizado 1.500 millones de dólares. La epidemia de cólera en Haití ha movilizado desde 2010 apenas 300 millones».
Sobre el terreno, la falta de dinero tiene repercusiones terribles.
«Recibimos tratamientos para atender a 10 pacientes por día», explica Mirlene Lorcy, supervisora del centro de tratamiento de Carrefour.
Pero a las 10H00 de la mañana, ya hay 12 pacientes en los catres del hangar. «Apoyamos a todos los pacientes que vienen por su propia cuenta, pero si llegan en ambulancia los mandamos a otra parte», explica sin tener muy claro a qué otro hospital son trasladados estos enfermos.
Lo que sí sabe, en cambio, es que debido a la falta de recursos el número de enfermeros se ha visto reducido a la mitad desde julio.
A principios de agosto el epidemiólogo Renaud Piarroux lanzó la voz de alarma, anticipando que el umbral de las 500 muertes por cólera en Haití podrían «fácilmente ser cruzado. Eso significaría 200 muertes más que hace dos años».