El pícher abridor que se cansa antes de las primeras cinco entradas de un partido, de acuerdo a las reglas vigentes desde hace décadas, no tiene oportunidad de acreditarse el triunfo.
Esa es la razón fundamental por la que al igual que en el béisbol, quienes estamos en estas lides periodísticas no podemos cansarnos en denunciar casos que atentan contra el desarrollo del deporte.
Para nadie es un secreto que quienes tienen que estar ojo visor y defender a uña y diente que la casa esté o se mantenga en orden, se hacen los “chivos locos”, porque esa, aunque sí debe serlo, no es su prioridad.
Hasta ahora ningún dirigente, en especial de la cúpula, ha denunciado o le ha dado seguimiento a ninguno de los males que afectan a su disciplina en particular, pero mucho menos al deporte en general.
Desde todos los pueblos se denuncian inconvenientes, unos de poca monta, otros muy graves, que no encuentran oídos sordos en todos los estamentos que están en capacidad de intervenir en su solución.
Muchas instalaciones están en franco deterioro, otras intervenidas por particulares, pero hasta ahora ningún dirigente, ni siquiera por solidaridad, no ha dicho “esta boca es mía”.
Es muy bueno manejar presupuestos multimillonarios sin asumir responsabilidades. Así no es justo, que sin hacer ni un solo lanzamiento le anoten la victoria o un salvamento.