Sin familia no hay sociedad

Sin familia no hay sociedad

Sin familia no hay sociedad

En noviembre se conmemora el mes de la familia. Esta fecha hace propicia la reflexión sobre el valor de la familia y la necesidad de preservar esta institución para que pueda cumplir su rol educador y socializador.
Hoy día, grandes amenazas se ciernen contra la familia.

A muchas familias las preside el drama del divorcio, la violencia, el alcoholismo o el irrespeto en todas sus dimensiones.

Por varios años la Iglesia católica invita a sus fieles a unirse por la familia en una caminata denominada “Un paso por mi familia”. Esta actividad es apoyada con gran entusiasmo y compromiso por la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández. Todos y todas, los que les duele este país, sin importar el credo, pueden sumarse a caminar por la familia, dando pasos sólidos por el respeto a la vida, la paz, la responsabilidad, la honestidad, la solidaridad y otros valores que reclamamos a gritos en una nación anonadada por una entropía ética y moral.

Toda buena acción en pro de la familia tiene un fundamento contundente: sin familia no hay sociedad. Y no es un cuento. Lo que se aprende en la familia es lo que se respira y se vive en la sociedad.

Sófocles decía que quien es bueno en familia es también un buen ciudadano. En la familia es que se aprende a vivir.

La familia es el sostén del ser humano. Puede ser su mayor fuente de felicidad o de desgracia dependiendo de su funcionalidad.

Todo comienza y termina en la familia. Hasta el trabajo tiene sentido porque asegura su bienestar y, al final de la jornada, o del cumplimiento de cualquier meta, volvemos a respirar el amor y la paz del hogar.

Ningún éxito en la vida justifica el fracaso en la familia, nos recuerda Fernando Parrado, uno de los sobrevivientes de la tragedia de los Andes. Hay que cuidar la familia, porque lo que construimos en ella es nuestro mayor bien, lo que trasciende y lo que se cosecha como bien común.



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