Porque: Bien sabido es, “que hijo
de gato, caza ratón”
Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Cuando falta la educación,
el bandolerismo y el tigueraje,
se adueñan de las Instituciones. –
Muchas presunciones sobre el tema de que estamos viviendo los últimos tiempos; de que se avecina ya la venida de alguien; que nunca habíamos estado tan mal y al borde del abismo, entre otras tantas expresiones que a diario escuchamos. Son aseveraciones estas, que nos han sido siempre muy familiares, la primera con un carácter inminentemente religioso y la segunda, exclusivamente política, así de sencillo.
Y la cuestión es mucho más complicada que expresar estos augurios o pensamientos que manifiestan ciertas disconformidades o pesimismos, ya que se nos hace difícil verbalizar, por más palabras que la mente pueda inventar, calificar la situación calamitosa a las que nos llevó un ser acomplejado, corrupto y corruptor que nos mal gobernó por más de una década. Siendo, además, que los esfuerzos llevados a cabo por personas valerosas y bien intencionadas, que dieron lo mejor de sí por una causa, haya resultado en un esfuerzo fallido, como ese del famoso 4% para la Educación.
Resultó, que el problema no era -al igual que en la Policía Nacional- la falta de recursos materiales, sino, los componentes políticos anidados en estos organismos, donde el interés nacional ha brillado por su ausencia. Reitero, he ahí que el dinero para la educación solo ha servido para actos mediáticos y otros tantos corruptos, sin que el nivel de cultura se haya manifestado, más bien, después de gastar tanto dinero, parece que hemos retrocedido, ya que, solo ha importado el beneficio personal para los llamados a enseñar, donde en una mayoría, difícil de creer, tampoco tienen mucho para enseñar.
Y toco estos dos organismos, porque bajo su seno cobijan el mismo tipo de cáncer, a saber; la mediocridad por la falta de educación y el descaro cívico, como consecuencia del clientelismo político siempre en busca del arribismo, pero, con el menor esfuerzo posible. Y es que la historia se repite, aunque con diferentes protagonistas y hasta con evolucionados objetivos, porque, así como los griegos de la antigüedad y hasta los franceses del Segundo Imperio inventaron o crearon sus estilos arquitectónicos para sus épocas, por igual nuestros políticos han creado con su sello particular de nepotismo y ambiciones sin nombre, el tipo de pueblo que desean tener, incluyendo sus órganos de represión, y, como muestra, ahí está la Policía. En tanto, los demás hemos y permanecemos mudos e inoperantes ante esta situación, confiando muchas veces, en la aparición de algún pendejo que se quiera casar con la prostituida Patria, sin hacerle caso a lo que en su momento expresó Jean Paul Sartre de que “el hombre no puede realizar nada si no ha comprendido primero que solo debe contar consigo mismo.
Asimismo, y por igual, hoy asistimos a la misma repetición fracasada con lo que ha acontecido con la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde también ha quedado demostrado que el problema no lo es tanto lo material, sino, entender que no todo el mundo puede ser Policía, Maestro, Estudiante universitario y, por qué no, hasta político. Teniendo en común estas instituciones, que nadie de su personal pasa por los filtros de los disectores que se supone deben existir en estos organismos del Estado, porque todos se nutren de los mismos lugares o favelas que han abrazado nuestras capitales como soga alrededor del cuello de un condenado.
En tanto, bajo un semblante beatifico que emana desde su interior cada vez que se presentan ante el pueblo, estos políticos han creado todo un areópago donde son ley, batuta y constitución sin importarles en lo más mínimo los reclamos de todos aquellos ya sea de manera individual o en manadas, optaron por elegirlos para que nos bien gobiernen. ¡Sí señor!