Sin diversidad no hay democracia

Sin diversidad no hay democracia

Sin diversidad no hay democracia

El mismo día de su cumpleaños, Rosa Encarnación, joven periodista con incidencia en la televisión y la radio, comentó negativamente en un programa radial que el ministro Administrativo de la presidencia, Lic. José Ramón Peralta, se hiciera asignar un bolígrafo con pieza de ámbar con un costo de 150 mil pesos.

Un día después hizo alusión con tono evaluativo al entonces ministro de Educación, Andrés Navarro, con gran peso sobre los medios de prensa (según el experto presupuestario José Rijo P. durante los primeros 8 meses del año pasado el Ministerio de Educación destinó 1.4 millones de pesos diarios en publicidad).

Estas intervenciones, a nuestro modo de ver, decretaron la “salida” casi inmediata de esta periodista del programa Gobierno de la tarde en la emisora la Z.

Un caso parecido fue el relativo al programa televisivo diario Chévere Night, con la conducción principal de Milagros Germán, espacio al que se forzó a salir del aire en su horario acostumbrado luego de presentar una parodia que aludía a la hermana del presidente Medina.

De igual forma debemos hacer referencia al caso de la periodista Altagracia Salazar, quien “salió”, primero de un programa televisivo, y luego de otro radial en la Z, a mi entender por los intereses que enfrentaba mediante su insobornable postura contestataria.

Los hechos descritos anteriormente tienen una matriz esencial, la intolerancia. Esta intolerancia, este autoritarismo vulneró el derecho de otras tres inquietas y hermosas mariposas de la patria. Detrás de esta intolerancia están los que no comprenden que la realidad es plural y diversa y que para poder convivir la diversidad tiene que ser respetada.

Detrás de estos injustificados hechos están los que no aceptan las diferencias, los que no admiten el contrapeso, los que no creen en el Estado democrático y de derecho aunque lo proclamen.

La anterior realidad es lo que explica que en nuestro país cada vez menos personas confían en nuestra “democracia”. Ahí está la encuesta de Latinobarómetro para confirmarlo.

Es una verdadera pena que tengamos una democracia que no incentiva, sino más bien castiga, la participación crítica o disidente de los ciudadanos y ciudadanas. Frente a la obvia arbitrariedad de estos casos, que involucra a valiosas periodistas y una productora de televisión, nos llama la atención que los directivos del Colegio de Periodistas y de Acroarte no se hayan expresado contundentemente. A ellos les pedimos su pronunciamiento.

No veamos en lo aquí tratado tres casos aislados. Expresémonos, para no tener que decir, parodiando la adaptación de Martin Niemoller, “vinieron a buscar a los periodistas, no protesté, porque no era uno de ellos, vinieron a buscar a los artistas, no pronuncié palabras, porque no era un artista… cuando finalmente me vinieron a buscar a mí no había nadie más que pudiera protestar“.



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