Sin descanso y sin respiro

Sin descanso y sin respiro

Sin descanso y sin respiro

Roberto Marcallé Abreu

SANTO DOMINGO.- Si alguna conclusión puede extraerse de estos años de lucha abrumadora y sin tregua contra una enfermedad tan devastadora e impredecible es el ánimo del pueblo y las autoridades de no dejarse avasallar, de haber interiorizado la idea de que se trata de un desafío en el que no existe ni descanso ni respiro.

La pandemia ha dejado tras de sí un número quizás incontable de muertes. Su látigo ha asestado golpes brutales al sistema productivo, al normal desenvolvimiento de las actividades, ha desbordado de enfermos los centros hospitalarios, y ha costado sumas de dinero más allá de todo lo previsible y razonable.

Observar de cerca esta realidad arroja otros resultados de un orden distinto: esta enfermedad y su secuela ha incidido de forma decisiva en nuestro carácter nacional. Quienes llevan un registro sobre nuestra conducta y hábitos puede que se sientan sorprendidos frente a una evaluación detallada de lo que ha quedado como saldo de una confrontación tan amarga como impredecible.

Como dominicanos, como ser nacional, no nos hemos dejado abatir. En lugar de abandonar y proceder con cobardía y espanto ante las dimensiones de un adversario cambiante y de poderes casi mágicos, hemos avanzado con mayor disposición que nunca.

Solo que las bajas han sido tremendas, tanto en lo material como en lo moral y espiritual. Debemos mirarnos al espejo y de alguna manera reforzar nuestros ánimos: seguimos en la pelea. Nadie ha demandado tregua. Nadie ha proclamado retirada, todo lo contrario. La principal tarea que tenemos por delante corresponde también a los sicólogos sociales.

El dominicano ha cambiado. En lo más profundo de sí. Estas semanas de reencuentro para mí, particularmente, han sido muy reveladoras. Para percatarse de una diversidad de sutilezas en nuestro carácter es preciso estar cerca y evaluar rasgos, comportamientos, conductas. En el quehacer social siempre es posible detectar alteraciones que terminan por incidir de forma determinante en lo que podemos calificar como el alma o el ser nacional.

Hay conductas que de verdad nos enaltecen. Ahora mismo, se puede decir que al frente de los destinos nacionales hay un equipo de personas que posee un elevado sentido del deber, de la responsabilidad, que cree firmemente en la Patria y en el futuro nacional. El presidente Luis Abinader está a la cabeza.

Despacio, pero sin tregua, ha ido sentando las bases para un gran cambio nacional y radical que puede calificarse como sin precedentes.

El Ejecutivo está laborando día y noche para instituir un antes y un después históricos, para edificar una frontera que nos permita avanzar hacia un futuro que deje de lado y para siempre los vicios que han lastrado nuestra incursión en una forma de vida coherente, civilizada, que permita el rescate de las grandes mayorías atrapadas en una realidad deplorable.

Esta confrontación, que tiene lugar cada segundo, ha sido tan dura y decisiva como los esfuerzos para vencer la pandemia. Sí debo señalar que existe un porcentaje de la población al que estos años de tantas amarguras y sacrificios (antes y después de la pandemia) sencillamente han dejado lastrada en el camino.

Es lamentable decirlo, pero se trata de personas derrotadas, acabadas, desconcertadas, perdidas, que ya no son ni sombra de lo que una vez fueron. Han extraviado el rumbo, el don de la responsabilidad y el deber y, progresivamente, han incursionado en un ámbito de oscuridad y de sombras que las han transformado.
Con quienes han resistido y que poseen ideales y sueños es que se edificará la República Dominicana del hoy y del mañana.



Noticias Relacionadas