En un prólogo que me hizo hace tiempo el prestigioso intelectual don Mariano Lebrón Saviñón para la publicación futura de un libro, dice que percibía a través de mis cuentos que yo era una persona pesimista.
Yo amablemente al conversar con él le dije que lo mío no es pesimismo, son dolorosas realidades que me golpean el alma. Cuando pertenecí al 14 de Junio en la clandestinidad nos leían un manual de Blas Roca y nos aseguraban que cuando desapareciera Trujillo desde las montañas bajaría tanta leche que formarían ríos blancos aprovechados para la alimentación del pueblo.
Eran muchos los revolucionarios que nos arengaban y prometían sacrificarse por la patria y como en “La Madre”, de Máximo Gorki, yo veía en ellos, en nuestros revolucionarios, a nuestros salvadores.
Muerto Trujillo ¡qué desengaño! , empezó la fiesta de los hipócritas, de los bandidos, de los sinvergüenzas, de los simuladores, de los ladrones, y nadie ni nada pudo detenerlos.
Por tal razón yo les pido perdón a las excepciones que en la actualidad participan en las actividades políticas de nuestro país por mis constantes comentarios denunciando y condenando a los demás, pero no me arrepiento, ese es mi deber y obligación, advertir a la juventud para que reaccione y obligue a los políticos a cumplir con sus promesas, a ser honrados y defender firmemente nuestros intereses, no hacerse millonarios traicionando a la juventud y a la patria.
En la actualidad la República Dominicana no tiene agua potable para el pueblo y sólo nos queda rogar a Dios para que llueva lo más pronto posible, porque por más huelgas y protestas que se hagan no habrá agua potable para atender los justos reclamos de los ciudadanos.
Culpables, los gobiernos irresponsables y los funcionarios que por beneficios económicos y políticos permiten la destrucción de nuestros bosques y ríos. Ahí está el río Bajabonico, de Imbert, Puerto Plata, lo están asesinando, lo están destruyendo, y si urgentemente no se hace algo para salvarlo, en el futuro Imbert y poblados cercanos no tendrán agua potable y los responsables ya estarán muy lejos, descansando plácidamente en sus respectivas residencias o disfrutando en países extranjeros de la fortuna acumulada.
Sólo el doctor Joaquín Balaguer tuvo los pantalones de cerrar todos los aserraderos existentes en los campos del país y no permitió ni siquiera la utilización de sierras de mano. Designó como director de Foresta al general Pedro De Jesús Candelier que cumplió con mano firme su deber y cerró algunas empresas importantes que contaminaban los ríos con sus químicos.
Qué lástima que los gobiernos posteriores y las autoridades no imitaran en tal sentido al doctor Joaquín Balaguer y al general Candelier, compréndase que no hablo de situaciones políticas de la época, hablo solamente de sus responsabilidades en la preservación de nuestros bosques y ríos.
Pueblo ¡no tenemos agua potable! y peor aún, no tenemos gobierno ni autoridades que paren de una vez y para siempre la destrucción de nuestros recursos naturales.