Creo que a veces peco de ingenua y simple. Pero es algo que me ayuda a centrarme y poner los pies en la tierra.

Creer en lo positivo, aunque todo a mi alrededor lleve a lo contrario, me sostiene. Y buscar la postura más sencilla, sin dar demasiadas vueltas a las cosas, logra sacarme de ese remolimo de incertidumbre que trae aquello que no puedo controlar. Me explico.

Estamos en medio de una pandemia. Hemos tenido que quedarnos en casa, cambiar nuestra realidad personal, laboral y social. Si lo lees así tal cual es para salir corriendo, meterte debajo de la cama y esperar a que todo pase.

Entonces yo intento ir al núcleo de todo esto: qué puedo y qué no puedo controlar. Y la respuesta es ingenua y sencilla: solo puedo controlar mi reacción ante esta situación, lo demás no depende de mi.

Sé que suena mucho mejor sobre papel que en la realidad y no siempre aplico lo que predico, no voy a negarlo.

Pero para centrarme busco momentos sólo para mí, en los que pueda dejar salir la angustia, pueda mirar hacia dentro y encontrar respuestas y entonces tomar las decisiones que sepa me van a ayudar en este proceso y soltar aquello que solo me lastra.

Y después voy paso a paso, una cosa cada vez, porque cuando queremos hacer todo al mismo tiempo entonces volvemos a caer en la desesperación de nunca llegar y todo vuelve a comenzar.

Cuando esto funciona les aseguro que avanzan y todo lo que viene del exterior se ve de otra manera y, en este mismo proceso, aprendes a encontrar tus prioridades y muchas veces te das cuenta que los cambios bruscos, las crisis intensas sirven para descubrir lo que ni imaginabas que era importante.