Silenciar la democracia y redes
En la era de las redes sociales, donde cada ciudadano puede ser emisor, receptor y fiscalizador del poder, la libertad de expresión se ha convertido en el blanco más incómodo para políticos que rehúyen la crítica al llegar al poder o cuando son criticados al salir del poder. El acceso a plataformas como X (antes Twitter), Facebook, Instagram. YouTube y TikTok han dado voz a millones que antes eran solo oyentes pasivos de los discursos oficiales. Pero este empoderamiento digital molesta, y la respuesta ha sido clara: censura, bloqueo de usuarios, restricciones a comentarios y, en casos extremos, persecuciones judiciales por simples publicaciones. En lugar de adaptarse a una nueva realidad participativa, muchos dirigentes prefieren amputar los canales de crítica con bisturí legislativo o veto autoritario.
Censura política en redes: el caso latinoamericano
Latinoamérica, tierra fértil para las tensiones entre poder y libertad, es testigo de una escalada preocupante en la represión digital. En Venezuela, el régimen de Nicolás Maduro bloquea plataformas, elimina cuentas opositoras y criminaliza memes que ridiculicen al gobierno. En Nicaragua, Daniel Ortega ha convertido el ciberespacio en terreno minado: influencers críticos son detenidos y periodistas acosados con leyes ambiguas como la “Ley de Ciberdelitos”. En El Salvador, Nayib Bukele, en un momento se autoproclamó “dictador cool”, ha bloqueado ciudadanos desde sus cuentas oficiales de X y ha tildado de «tóxica» a la prensa independiente, promoviendo un clima de cancelación estatal. En México, varios gobernadores han sido denunciados por bloquear usuarios o restringir comentarios en transmisiones oficiales, alegando “protección contra el discurso de odio”, cuando en realidad se blindan ante la fiscalización ciudadana.
República Dominicana: ¿camino hacia el silencio digital?
La República Dominicana no escapa a esta peligrosa tendencia. En los últimos años, han surgido propuestas legislativas con fuerte aroma a censura: la Ley de Ciberseguridad, la Ley de Libertad de Expresión y Medios Digitales y más recientemente, la controvertida Ley del DNI, abren la puerta a un marco jurídico peligroso, ambiguo y arbitrario.
El senador Félix Bautista y otros legisladores han promovido iniciativas que pretenden sancionar la “difamación en medios digitales”, sin establecer criterios objetivos ni garantías constitucionales. La imprecisión deliberada en estos proyectos amenaza con criminalizar la opinión crítica, la sátira política y el periodismo independiente.
Y no es solo en papel: múltiples funcionarios públicos han sido denunciados por bloquear usuarios desde cuentas oficiales, desactivar comentarios y eliminar publicaciones críticas. Lo han hecho alcaldes, regidores, diputados y hasta instituciones públicas, como ministerios y direcciones generales. Se justifican alegando «desinformación» o «ataques personales«, pero el patrón es claro: censura preventiva para evitar el escrutinio.
La nueva Ley del DNI: ¿Estado de vigilancia o Estado de derecho?
El caso más alarmante es la recién promulgada Ley del Departamento Nacional de Inteligencia (DNI). Este instrumento legislativo permite al órgano de inteligencia acceder a información privada de los ciudadanos, sin orden judicial previa, y sin establecer límites claros a sus funciones.
Expertos constitucionalistas, organizaciones de derechos humanos y sectores académicos han alertado que esta ley vulnera derechos fundamentales como el derecho a la intimidad, la libertad de expresión y el debido proceso. Bajo el pretexto de «seguridad nacional«, se ha creado un marco legal que puede ser fácilmente usado para espiar opositores, periodistas, activistas o cualquier voz incómoda. O más bien para monitorear los pasos de la oposición en la política y monitorear a sus propios adversarios en el poder.
La oposición política levanta la voz
El excandidato presidencial Abel Martínez, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ha sido claro: “La Ley del DNI es inconstitucional y está diseñada para establecer un sistema de vigilancia interna contra la oposición y contra la ciudadanía.” Además, advirtió que “envuelve intereses oscuros” y representa una seria amenaza para la democracia dominicana.
No es el único. Diversos legisladores y analistas han advertido que el enfoque autoritario del oficialismo se traduce en una política de control social y represión blanda: no con bayonetas, sino con firewalls, cuentas bloqueadas y normativas ambiguas. En palabras llanas: una mordaza digital con ropaje legal.
¿Qué democracia se construye cuando el poder no tolera preguntas?
Cuando los políticos controlan el discurso público, no están protegiendo la verdad: están protegiendo su impunidad. La censura, en cualquiera de sus formas, erosiona los pilares de la democracia. Bloquear a un ciudadano en redes no es un simple acto de desagrado; es una declaración de que solo se escucharán las voces que aplauden. Si una cuenta oficial de gobierno silencia opiniones, está negando el acceso a la arena pública y violando derechos fundamentales.
Y tú, lector: Debes responder estas interrogantes.
- ¿Qué clase de democracia quieres construir: una donde se discute o una donde se censura?
- ¿Quién debe decidir qué se puede decir en redes sociales: los ciudadanos o los políticos en el poder?
- ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a entregar nuestra voz a cambio de una falsa sensación de orden digital?
- ¿No será que la censura en redes es la antesala del silencio en las calles?
- ¿Y si hoy censuran a quien piensa distinto, quién será el próximo en ser silenciado?
La libertad de expresión no se defiende a medias.
Se defiende siempre. Especialmente cuando es más incómoda.
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