Un 26 de enero, hará ahora 206 años, fue el nacimiento del que, junto a otros independentistas, le debemos la existencia de la República: Juan Pablo Duarte.
Su gloria descansa en luchar y lograr el emprendimiento patriótico que asumió y en la firmeza y claridad de su pensamiento, expresado a través de una frase tan lapidaria como “Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla”.
La gesta del 27 de febrero de 1844, que encuentra en Duarte su ideólogo principal, esla efemérides que junto a la “Restauración” de la República, constituye nuestra más alta expresión de autodeterminación en siglos pasados.
El proyecto de nación que se propuso nuestro prócer tuvo una de sus columnas fundamentales en la aspiración de alcanzar la independencia “pura y simple” de la naciente república, a diferencia de las posiciones que sostenían grupos independentistas partidarios de una independencia mediatizada, esto es, una independencia respecto a Haití, pero no así en relación a grandes potencias.
Vale resaltar el interés de Duarte en una independencia plena, así como el hecho de que aunque luchó por la separación respecto al dominio ejercido por el gobierno de la nación reinante en la parte occidental de la isla, siempre valoró al pueblo haitiano.
Sobre este dijo: ”Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores…. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor…”.
Hoy, a más de 2 siglos del nacimiento de Duarte y casi 175 de la independencia nacional, son numerosos los sueños de nuestro patricio que han quedado truncos.
Han quedado truncos dentro de su ideal de patria aspiraciones como la honorabilidad plena en la gestión de gobierno, el cumplimiento de la ley con una clara vocación de justicia, la práctica de ser justos lo primero, la no impunidad del crimen, el sentimiento de unidad, la libertad, la política ejercida como una práctica noble, la soberanía plena, etc.
Muchos de nuestros graves problemas actuales se derivan de nuestro alejamiento del duartismo, o de la adopción falsa e instrumental de su figura y de su ideario.
En nuestros tiempos la gran mayoría de los que han ejercido la función gubernamental o el quehacer administrativo en el sector privado han olvidado el ideal del patricio, influyendo para que una parte numerosa de nuestra juventud caiga en la anti-política y en otros muy lamentables caminos, desconociendo el llamado que él le hizo cuando indicó: “…dar cima a la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias” (José María Serra, “Apuntes para la historia de los Trinitarios, fundadores de la República Dominicana”).
Cuando oigamos y sigamos a Duarte, habrá patria.