El ser humano siempre encuentra una justificación para hacer lo que le conviene. Siempre aparece una buena excusa.
Ernest Hemingway, por ejemplo –a quien le gustaba mucho empinar el codo-, decía: “Algunas veces un hombre inteligente es forzado a emborracharse para pasar un tiempo con los tontos”.
Jack Handy, por su parte, escribió lo siguiente: “Algunas veces, cuando reflexiono acerca de toda la cerveza que he bebido, me siento avergonzado.
Pero luego veo más allá del vaso y pienso en los trabajadores de la cervecería y sus sueños y esperanzas.
Si no bebiera yo esta cerveza, ellos podrían perder sus trabajos y todos sus sueños se verían deshechos. Entonces me digo: Es mejor que yo me beba esta cerveza, permitiendo así que los sueños de toda esa gente se conviertan en realidad, a que yo sea egoísta y me preocupe por mi hígado”.
Pero el colmo de todos fue un tal Henry Youngman, quien confesó: “Cuando leí los problemas que causa el beber, dejé de leer”.