Crecer es la ley de la vida. Es la metamorfosis que se produce en los seres humanos. Es el devenir, el cambio que se manifiesta de forma inexorable a lo largo de toda la existencia.
Nacer, crecer, reproducirse y morir es el ciclo de la vida.
Todos los seres vivos estamos sujetos a esos estadios. Pero crecer no solo se limita a aumento de estatura o tamaño, tenemos que crecer también a nivel sicológico, material, en bienestar, en relaciones humanas, en sabiduría y en lo espiritual.
1. Crecer en madurez sicológica
Crecer en madurez sicológica significa superar las actitudes infantiles y la efervescencia de la adolescencia para para convertirnos en adultos responsables.
La madurez integral requiere dejar atrás el yoismo y el narcisismo para vivir una etapa de dominio de sí mismo, capacidad para resolver conflictos y enfrentar las adversidades de la vida sin sucumbir ante ellas.
2. Crecer en bienestar
El crecimiento humano se refleja también en lo material que se evidencia en el bienestar humano. En adquirir un nivel de vida conforme a la dignidad humana, escapando del lujo excesivo que endurece el corazón y la capacidad de empatía y solidaridad.
3. Crecer en relaciones humanas
Crecer es construir relaciones humanas sólidas y redes de apoyo. Cultivar amigos con los cuales transitar el camino de la vida. Todos necesitamos amigos porque, como decía Aristóteles, ni somos dioses, ni brutos. El aislamiento empequeñece, la sociabilidad engrandece.
4. Crecer en sabiduría
Con los años vamos creciendo en sabiduría y reconociendo con mayor certeza qué es lo más trascendente en la vida. Las experiencias nos proporcionan el aprendizaje para reconocer errores y superar limitaciones de carácter que atentan contra nuestra felicidad. Crecer en sabiduría es también elevarnos ética y moralmente practicando el bien y las virtudes.
5. Crecer espiritualmente
Si crecemos en todas las áreas de la vida pero nuestra espiritualidad es pobre, corremos el riesgo de perder el sentido de la vida porque en la mirada hacia Dios es que encontramos nuestra misión existencial.
Si nos sostenemos en nuestra autosuficiencia o ponemos la confianza en lo humano, que siempre puede fallar, podemos perder la esperanza. Sin Dios no somos nada.