Un servicio penitenciario como el nuestro tiene muchas otras experiencias que le permiten mostrar en forma más nítida, más perentoria y más extrema la crudeza de nuestras cárceles.
El sida en las cárceles es el más descuidado de los grandes problemas de la ciudad de intramuros. A pesar de los adelantos que exhiben sus autoridades, el sistema no cuenta con las estadísticas ni datos sobre su prevalencia del VIH/sida, ni sabemos si cuentan con los retrovirales para su tratamiento, y sobre todo, ni siquiera hay un área especial para estos infelices internos.
La protección de la salud de personas involucradas en las cárceles –empleados e internos– es de las primeras responsabilidades de los individuos recluidos en los establecimientos penales, ya que tiene que ver directamente con los empleados y con los internos que permanentemente están en éxodo de estos lugares.
Lamentablemente, no existen reglamentos referidos a la prevención del sida, a la prevención del riesgo de infección del VIH.
Para nosotros es importante poder informar que se puede contribuir al tratamiento del sida desde el abordaje de la cárcel, e inversamente es imperioso que desde la cárcel exista un abordaje del sida, dado que todo penal está compuesto de fenómenos que rodean a esta problemática en sus deseos y en sus necesidades.
No olvidemos las experiencias que pueden surgir cuando se estudia el problema sexual de nuestras cárceles.
En la República Dominicana el índice de delincuencia es muy alto, lo que hace suponer que también puede serlo en las cárceles del país.
Si es cierto que el sistema no tiene capacidad de saber cuántas personas pasan al año por los establecimientos penales, mucho menos podrá saber las variables más fronterizas al problema sexual de una cárcel. Es decir, la cantidad de homosexuales y travestis, y todos cuantos cometen delitos sexuales, o cuántos ingresaron al penal infectados del mal.
El aumento de las tasas de infección que pueden estar produciéndose en nuestras cárceles bajo la indiferencias de las autoridades.
Recordemos que el sistema no ha sido eficaz en las llamadas visitas conyugales, íntimas o de contacto. No se ha demostrado que el VIH/sida pueda contribuir a un riesgo para el personal de salud, pero sí sabemos que hay una intensa vida sexual, por la prostitución encubierta que llega a estos lugares.
La población deja pasar de lado el asunto, pero la verdad es que no existe ninguna publicación sobre el sida carcelario, y no se sabe bien si hay o no medidas de control del sida, debiendo diferir a los internos de un lugar a otro según la epidemiología de la enfermedad, el modo de transmisión, las prácticas sexuales y las percepciones socioculturales de los internos de nuestras cárceles.
El número de casos conocidos, así como la prevalencia actual en todos los emplazamientos penales, ahora pueden aparecer.