"Si vamos a morir, que sea cantando": cómo se vivió en Ciudad de México el terremoto de magnitud 7,2 que sacudió el centro y sur del país

«Si vamos a morir, que sea cantando»: cómo se vivió en Ciudad de México el terremoto de magnitud 7,2 que sacudió el centro y sur del país

«Si vamos a morir, que sea cantando»: cómo se vivió en Ciudad de México el terremoto de magnitud 7,2 que sacudió el centro y sur del país

Hace tan sólo cinco meses del último gran terremoto que sacudió México.

«Estamos bien, estamos bien», repetía una mujer una y otra vez tras el terremoto de magnitud 7,2 que se sintió con fuerza en México este viernes.

El tono en que hablaba a veces parecía afirmación, en otras una pregunta. Tenía los ojos brillosos, conteniendo las lágrimas.

Estaba en medio de decenas de personas que se concentraron en la esquina de Cholula y Campeche de la céntrica colonia Condesa, uno de los barrios más afectados de la Ciudad de México en el terremoto que dejó más de 350 muertos en septiembre pasado.

«¿Estamos bien? ¡Estamos muy asustados! No habíamos tenido tanto miedo desde septiembre. No nos hemos recuperado de ese susto», contestó un hombre que detuvo su coche por seguridad cuando sintió el temblor.

El terremoto se sintió con fuerza en la capital mexicana, ubicada a unos 360 kilómetros al norte del epicentro, ubicado en las cercanías de la localidad de Pinotepa Nacional, en el sureño estado de Oaxaca.

Pese a los daños en edificios o cortes de luz, a última hora del viernes no se había reportado ninguna víctima mortal como producto del sismo.

Al menos dos personas, sin embargo, fallecieron por el desplome del helicóptero utilizado por el secretario de Gobernación de México, Alfonso Navarrete, y el gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, para inspeccionar los efectos del movimiento telúrico.

Tanto Navarrete como Murat resultaron ilesos en el accidente, pero dos personas que se encontraban en tierra perdieron la vida, según informó la Secretaria de Gobernación en su cuenta oficial de Twitter.

Y las fuertes sacudidas hicieron que los mexicanos recordaran una vez más lo vulnerable que es la Ciudad de México a temblores.

Una mujer se hincó y cerró los ojos. Parecía que estaba rezando. Dos chicas lloraban y gritaban indistintamente, se abrazaban. El tráfico se detuvo por unos minutos.

En el ambiente había polvo que generó el choque de edificios entre sí. En algunos lugares olía a gas. Una mujer había salido en bata de baño. Otra, salía sin zapatos de un salón de belleza donde le estaban arreglando las uñas de los pies.

Estaba trabajando en el balcón cuando oí un ruido. Un señor que pasaba por la calle le dijo a otro «es la alarma sísmica».

Unos segundos después, todo comenzó a moverse. Las lámparas de mi departamento se movían de un lado al otro, el suelo bajo mis pies parecía no poder soportarme por mucho tiempo.

Bajé corriendo a la calle, donde la gente se reunía, buscando espacios que estuvieran libres de construcción.

Pero la densidad en el centro de la ciudad es tal que es muy difícil encontrar un lugar en el que, si cayeran edificios, se estaría a salvo.

También hay muchos postes que podrían venirse abajo.

«Fue fuerte, pero no tanto como el de septiembre», aseguró Aldo Ruiz, un albañil que trabaja sobre un andamio y que minutos después de la sacudida se volvió a subir a reparar un edificio.

Duró «solo un minuto, no tres como en septiembre», como me dijo, casi en forma de regaño, cuando le comenté que me había parecido eterno.

Principales datos del terremoto que sacudió el centro y sur de México

7,2

Fue la magnitud del sismo ocurrido el viernes, 16 de febrero

11 km

El epicentro se ubicó a unos 11 kilómetros de Pinotepa Nacional, estado de Oaxaca

  • 100+ Se registraron más de un centenar de réplicas

Pasó casi media hora y la gente seguía en la calle: «Mejor esperen un poco para volver a entrar, ya ven que luego se caen después del terremoto», decía un hombre a la gente que estaba fuera de sus casas.

Los mensajes de WhatsApp no paraban de llegar. Todos eran de familiares y amigos para preguntar cómo estaba e informar que estaban bien.

De las cosas que más me sorprendieron fue que, minutos después del terremoto, un grupo de mariachis tocaba en la terraza del restaurante La Morena, donde el ambiente era totalmente festivo.

«Si vamos a morir, que sea cantando», me dijo uno de los músicos, medio en broma, medio en serio, en su descanso entre canciones.

El gerente, Ángel Martínez, me informó que habían parado la música con el movimiento, que todas los comensales habían salido a la calle, según los protocolos de seguridad, pero que habían vuelto poco después.

Dice que el ánimo de la Condesa «está por los suelos». Que bajó la clientela, no sólo por el terremoto de septiembre, sino también por la inseguridad.

En la mañana, también desde mi balcón, había escuchado a un hombre vendiendo periódico: «Lea usted la historia del hombre que mataron por resistirse a un asalto, ayer por la mañana. Aquí, en su barrio».

La gente iba desapareciendo de las calles, cuando, casi justo una hora después, otro sismo volvió a sentirse. Ahora de menor intensidad, como lo confirmaron los reportes: 5,9.

Después, el Instituto Sismológico Nacional siguió registrando réplicas, más de 100, pero casi todas imperceptibles en la capital.

La situación en otros puntos del país fue diferente.

En el estado de Oaxaca, donde se ubicó el epicentro, hubo decenas de edificios dañados.