En un pasado reportaje para el diario “El Día”, la periodista Degnis de León, desde San Juan, Puerto de Rico, refirió que un gran número de dominicanos radicados en la isla, si tuvieran que surcar de nuevo, en yola, el Mar Caribe, no dudarían en hacerlo.
Según el aludido trabajo de prensa, los entrevistados señalaron que su salida del país se produjo “en busca de una mejor vida”, y que volverían a repetir su acción porque “aquí (en Borinquen) se vive mejor”.
Otras consideraciones de los dominicanos entrevistados fueron que “el que viene a trabajar sale adelante” y que con su trabajo “han progresado”.
La señalada actitud y disposición es producto de una dramática realidad. Para algunos, estas posturas y exclamaciones reflejan una falta de fortaleza en su “dominicanidad”. Nada más falso. Su permanente seguimiento de lo que pasa en el país, y la frecuente comunicación y “envíos” a familiares y allegados, así lo confirman.
Muchos de estos dominicanos que han emigrado han vivido situaciones de gran precariedad y exclusión social y económica. Ellos son verdaderos “expatriados” resultado “de la incapacidad de la sociedad dominicana de proveerles en su propio suelo por lo menos un mínimo de garantía social a la población”, tal como lo afirma correctamente el profesor Silvio Torres-Saillant, en su libro “El retorno de las yolas” (Segunda edición, 2019, pág.40, Editorial Universitaria Bonó).
En lo esencial, el incumplimiento del Estado y de los grupos gobernantes ha dado lugar a un proceso emigratorio de dominicanos y dominicanas hacia el exterior, el cual hizo boom a partir de mediados de la década 60 del siglo pasado, no ha encontrado, hasta ahora, final ni disminución.
Este sobresaliente fenómeno nacional, si bien ha dado algunos significativos frutos, también ha tenido dolorosas consecuencias.
La pujanza dominicana en el exterior, hace que las remesas enviadas por dominicanos radicados fuera del país, constituya uno de los renglones que más aporta al ingreso nacional; pero la emigración también ha significado fraccionamiento de la familia dominicana, ha implicado un alto costo en pérdida de vidas útiles de dominicanos que han intentado fallidamente cruzar el Canal de la Mona, y ha supuesto una dura fatiga de mujeres dominicanas que en Europa se han empleado en servicios domésticos, o que con menos suerte, han ido a lejanos confines del mundo a ofertar sus servicios sexuales.
Viviendo la experiencia migratoria, como los demás de la diáspora, se encuentra el artista y escritor dominicano, residente en Estados Unidos, Diógenes Abreu, autor del poema “Tarde o temprano, Amaury”, con algunos de cuyos versos pongo final a este artículo: “…franjas rojas al borde de la tumba, que se traga al país yola por yola, empaquetados todos como el ají, todo el país enlutado yola por yola”.