Las academias de Grandes Ligas radicadas en República Dominicana nunca han tenido supervisión de las autoridades deportivas.
Son cotos totalmente independientes, a los que se les teme por sus aportes económicos.
En una palabra: no se les puede tocar ni supervisar ni con el pétalo de una rosa, por que lo que allí pasa al parecer no es incumbencia de ninguna autoridad nacional.
El presunto asalto sexual que ocurrió en la academia de los Vigilantes de Texas, en Boca Chica, podría no ser el primero en esos recintos, aunque casos de esa envergadura se mantienen callados por complicidad u omisión.
Hay que recordar que lo que presuntamente sucedió allí no es nuevo en el deporte dominicano, porque desde hace años se habla por lo bajo de casos de extorsión, violaciones, chantajes y hasta de “secuestros” de atletas, sin que nunca se hayan establecido responsabilidades, a pesar de que el rumor pública identifica a los posibles protagonistas.
Este caso en la academia de los Vigilantes se conoce hoy gracias a que los mismos ejecutores, en la creencia de que no iban a sufrir ningún tipo de consecuencias, y porque esos complejos “son sagrados”, lo “subieron” a las redes sociales.
Es un momento ideal para que las autoridades, de una vez por todas, se pongan pantalones largos, e investiguen a todos los que el rumor público sindica como responsables de agresión sexual a niños y jóvenes deportistas, anómala situación que data de muchos años.