Este país nuestro es un modelo de reglamentaciones que no se cumplen. No voy a hablar en esta ocasión de la impuntualidad, porque esa característica de los dominicanos llega ya a tal extremo que a quienes osan ser puntuales se les ve como personas anormales. Algunos familiares me llaman cariñosamente “Relojito”, porque cuando nos reunimos yo llego a la hora convenida y tengo que esperar largos ratos a que los demás hagan acto de presencia.
Y encima de todo, no falta alguno que me recrimina: “Está bueno que te pase, porque todo el mundo sabe que si dijimos a las 8 es para empezar a llegar a las 9”.
Las reglas para no cumplirse van mucho más allá y en ocasiones su no observación llega a tener consecuencias lamentables.
Por ejemplo, existe una norma que obliga a los conductores de vehículos de motor a llevar siempre ajustado el cinturón de seguridad.
Se trata de una medida que representa la vida o la muerte. Pues bien, la obligatoriedad del cinturón de seguridad no es exigible para los choferes de carros públicos. Parece que entre nosotros la vida de estos no vale la pena cuidarla.
Otro caso absurdo y estúpido es la prohibición de expender bebidas alcohólicas después de las 12 de la noche, dizque para evitar que la gente se emborrache y protagonice actos violentos o cometa crímenes o delitos.
¡Pero esa prohibición es levantada cada año en la época navideña, porque esos son días festivos y hay que facilitar que los combos y orquestas de baile toquen su música, y que los negociantes de bebidas vendan sus tragos y paguen más impuestos. ¡A emborracharnos nos llaman!