A mi llamado para identificar los mayores males que padece nuestro país, el señor Fausto Gómez Pezzotti responde certeramente de la siguiente manera:
“Creo que el mayor de los males que aquejan a nuestro pedacito de isla es la falta de cumplimiento de las leyes en sentido general, ligado al hecho de que no tenemos quien las haga cumplir. Tenemos leyes para todo y si se cumplieran, vivir en la República Dominicana fuera un sueño.
“Si las leyes se aplicaran y cumplieran no hubiera oportunidad de desarrollo de otros males, como la corrupción, tan arraigada ya en todos los niveles y ámbitos de nuestra sociedad. Se respetaran en todo momento los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.
Los problemas de tránsito disminuirían notablemente.
Los moradores de cualquier urbanización, con definición legal de lo que se puede y no se puede hacer dentro de sus límites, no tendrían problemas con constructores que desarrollan obras de naturaleza diferente a las permitidas.
Las “comisiones y sobreprecios” por suplir cualquier tipo de servicio o bien al sector gobierno/militar no serían un atractivo, porque sencillamente no se darían, y por ende, las empresas fantasmas o reales con interés en incursionar de manera fraudulenta desaparecerían.
No hubiera que “pelear o hacer escándalos” con el sector productivo, como el minero, sencillamente porque el sector cumpliría con todas las normas y reglamentos previstos en las leyes, y por supuesto, habría quien supervise que eso sucede. El gobierno no fuera el mayor empleador, sino que se dedicaría a lo que son sus funciones, gobernar, orientando, dirigiendo y regulando.
No habría necesidad de ampararse en la sobreprotectora sombrilla de “padre de familia” para justificar lo injustificable. Los hospitales, sin nóminas excesivas, y sin haber “desvío” del dinero de sus presupuestos, no tendrían falta de materiales y medicamentos básicos.
La educación privada no fuera una “industria” sino un complemento, porque la Constitución garantiza la educación pública, su calidad y su obligatoriedad.
No tendríamos un número, talvez record mundial, tan elevado de universidades, en consecuencia, las asignaciones del gobierno pudieran dedicarse a instalaciones, laboratorios, investigaciones y mejorar la esencia de la enseñanza, optimizando la calidad de profesores y estudiantes.
Como tampoco tendríamos una división política tan vasta, en la que cualquier batey puede pretender alcanzar categoría de provincia, simplemente para que algunos grupos de personas tengan acceso al poder político y al dinero del contribuyente.
No existieran los barrilitos ni cofrecitos, en mi opinión una “vergüenza nacional”. Los políticos declararían sus bienes tan pronto toman posesión de sus cargos y sin ningún tipo de objeción, porque el cumplimiento de las leyes impediría que se enriquezcan con dolo.
No hubieran reacios a pagar impuestos, porque tendríamos la seguridad de que se invertirían en obras productivas y de bien social, teniendo la población la plena convicción de que lo que se “le descuenta” le reporta beneficios directos.
Las instituciones gubernamentales y las empresas públicas serían eficientes, sin las cargas onerosas de “los compañeritos” en sus nóminas.
De igual manera, no tendríamos las famosas y criticadas “nominillas”. Los partidos políticos no recibirían (otra vergüenza nacional para mi), para hacer las vagabunderías que luego no pueden justificar, el dinero que pagamos los que a pesar de todo tenemos la suerte de ser asalariados.
Tampoco tendríamos la “cantidad astronómica” de partiditos, que cada cuatro años presentan firmas para ser reconocidos oficialmente de nuevo, porque no alcanzaron los votos para tener el derecho de permanencia, pero por el dinero de los contribuyentes que se les entrega, “vuelven y vuelven”.
No hubiera necesidad de denunciar o castigar lo mal hecho, porque el cumplimiento de las leyes impediría que esto se haga.
“En fin, mi respetado don Rafael, que la lista es interminable y esto tan solo pretende ser una muestra de lo mucho que mejoraríamos eliminando los grandes males.