Desde el mismo momento en que se produjo la resurrección de Jesús grupos de escépticos, ateos e incrédulos han intentado negar este hecho con distintas teorías, cuya credibilidad amerita más creatividad que la misma resurrección.
Hablemos de tres de estas: el desmayo, la leyenda y el fraude. Esta última fue una de las primeras que surgieron. Mateo 28:13 relata que cuando los guardias que custodiaban la tumba de Jesús dieron aviso a los principales sacerdotes de la desaparición de su cuerpo, estos les pagaron mucho dinero para que ellos dijeran que los seguidores de Jesús se lo robaron cuando ellos dormían.
Esta teoría no solo es falsa, sino inocente, ya que como dice el autor Dennis James Kennedy, en su libro “¿Por qué creo?”, no se puede tomar en cuenta el testimonio de alguien que testifique de lo que ocurrió mientras dormía.
Afirmar esto implicaría creer que los seguidores de Jesús se compusieron para burlar la guardia que estaba vigilando el sepulcro, se llevaron el cuerpo y lo guardaron tan bien que hasta hoy no aparece.
Además, ¿fueron tan fieles a ese pacto que prefirieron sufrir persecuciones, maltratos y asesinatos antes de revelar lo contrario? No me parece.
La teoría de la leyenda dice que esta se creó y fue creciendo con los años, pero las biografías y otros escritos sobre Jesús se plasmaron muy cerca de su vida.
El libro de los Hechos, por ejemplo, fue escrito por Lucas entre los años 63 d. C y la caída de Jerusalem en el 70 d. C. Él explica que recogió testimonios de testigos oculares, y de sus propias vivencias.
Por último, cito la teoría del desmayo. Los que creen en esto dicen que Jesús se desmayó y luego de haber sido azotado, clavado en la cruz y traspasado una lanza por su costado, este hombre débil, deshidratado y desangrado despertó y quitó la piedra de dos toneladas que cubría su sepulcro. ¿Cómo pudo quitar desde adentro las palancas que se usaban para rodar esa piedra?
Pablo relata que durante 40 días Jesús se le apareció a más de 500 de sus seguidores, la mayoría de estos estaban aun vivos y podían confirmar lo que él escribió, por lo tanto, de haber sido falsa, leyenda u otra cosa, el tema de la resurrección se hubiese disipado.