Sí, golpista

Elías Wessin Chávez asume su obligación filial ante la memoria de su padre Wessin y Wessin, connotado coronel del CEFA, la más poderosa unidad militar del primer lustro de los ‘60, alegando “en defensa de la verdad histórica” que este no fue un golpista reincidente.

Tras reír ante su creencia de que soy un conservador plegado a la verborrea izquierdista, le respondo. Mi tono al referir hechos no es despectivo. Veamos.

Es inolvidable la foto de Wessin de 1961, sonriente al conducir a Pupo Román al suplicio de inenarrables torturas por Ramfis Trujillo en San Isidro, venganza por el ajusticiamiento de Trujillo.

Su motivación al tumbar a Bosch en 1963 por alegadas debilidades ante los comunistas, no borra el golpe ni que se premió a sí mismo ese 25 de septiembre pues llegó al Palacio Nacional como coronel y salió hecho general.

Igualmente fue Wessin golpista al rehusar defender al Triunvirato al comenzar la revolución de 1965. Durante esa guerra civil, su rol fue muy cuestionado por su incapacidad de vencer a los revolucionarios, pese a la apabullante superioridad del CEFA.

Tras ser marginado durante el conflicto, fue exiliado ignominiosamente por los Marines gringos, cuya democracia alegaba representar.

Regresó años después y en 1971 lideró otro fallido golpe de Estado, contra Balaguer, debelado (con B larga) dramáticamente en vivo por televisión. Difícilmente puede justificarse esta recidiva golpista como necesidad de la guerra fría. Como político nunca logró apoyo significativo.

Para mayor inri, tras ser opositor rabioso de Balaguer durante décadas y anatema del marxismo, representó partiduchos de extrema izquierda en 1970 y 1974 como candidato vice-presidencial de la alianza del PRD boschista.

En 1988 aceptó ser reintegrado al Ejército y designado secretario de las Fuerzas Armadas para servir políticamente al mismo Balaguer.

La verdad es fea de ver, pero no tiene remedio. Pese al amoroso esfuerzo del hijo orgulloso de las admirables virtudes anticomunistas de Wessin, este fue innegablemente un golpista inveterado, sin muchas luces ni reales motivaciones ideológicas.