Mi provincia natal, es una alfombra verde adornada por gente alegre y trabajadora, que disfruta las fiestas y en donde la solidaridad con los vecinos sigue siendo norma. Es común ver a la gente pasarse mutuamente el plato de comida, regalar con agrado un vaso de agua y compartir el café con el entusiasmo con que asoma el sol cada mañana.
La tierra del general Santiago Rodríguez, héroe de la gesta restauradora, es tierra de hombres y mujeres valientes y patriotas; como también es tierra donde florece el merengue típico, bajo el liderazgo y el encanto de Fefita la Grande, donde nacen merengueros tan carismáticos como Silvio Mora y periodistas del estirpe de Judith Leclerc, entre otros talentos que han puesto en relieve el nombre de nuestra provincia.
En Santiago Rodríguez se cuentan por miles las mujeres bellas, que además de serlo físicamente lo son en educación y en abnegación, en procura de sostener el hogar y la familia, en compañía de hombres de trabajo que cargan sobre sus hombros el desafío de hacer parir riqueza a una tierra, muchas veces dura, por los azares de la naturaleza y el clima.
Orgullosa como soy de ser hija de esa tierra hermosa, un día invite a unos amigos capitaleños a conocer mi patria chica. Aprovechando que estábamos de patronales los invité a fiestar. Y, como dicen en mi pueblo, bailamos música típica “por un tubo y siete llaves”, en una fiesta amenizada por Jovanny Polanco. También disfrutamos de una bandeja de frituras tradicionales y compartimos unos tragos con un grupo que estaba sentado en una mesa vecina, dejando por un rato nuestra propia bebida, para compartir el vaso de ron que con tanto cariño nos brindaba la juventud cariñosa que disfrutaba aquel espacio de recreación, en el que sólo imperaba la amistad, consolidada por el frescor de la noche debajo de una mata de almendras que tenía por horizonte un maravilloso cielo estrellado.
Mis amigos estaban maravillados mirando las hermosuras de mi tierra y exclamaban “Dios mío, pero hasta las viejas son bellísimas” y me culpaban por no hacerles esa invitación anteriormente. Y no salían del asombro de cómo se combinan en mi provincia la belleza, la amistad, la solidaridad y la alegría.
Toda su estadía fue de maravilla según ellos, porque fuimos al río, comimos gallina criolla con casabe que es propio de nuestra región y hasta nos bebimos el famoso café con nuez moscada de mi abuela. Lo único que lamentamos fue no poder contemplar una carrera de burros que había al día siguiente en ese lugar. La gente de mi provincia es muy buena con el visitante, ya que acogen a los forasteros como si fueran parte de su familia. Yo me sentí muy orgullosa de mi pueblo y me quedé con todo el deseo de seguir estimulando el turismo interno hacia mi provincia, una tierra que tiene por horizonte, desde que sale el sol, el trabajo y el estudio. No por casualidad exhibimos un alto índice en educación y poca delincuencia. Ojalá que todo el país alguna vez vuelva a ser como es Santiago Rodríguez.
Isauris_almanzar@hotmail.com