Los LGBTI reclaman “derechos” con dolida insistencia. La sexualidad incluye orientación homo-, bi- o asexualidad. Del 8 al 11 % de la población no es heterosexual.
Las minorías merecen protecciones y tutela de sus derechos, pero imposiblemente más que los demás.
Apoyo la unión civil entre personas de igual sexo, pero nunca será matrimonio pues no pueden procrear naturalmente.
La discusión sobre este y otros temas se dificulta, o torna violenta o incivil, cuando la primera agresión es a la lengua, deformando conceptos o definiciones.
Así es imposible el diálogo inteligente y compasivo. Si un hombre se “siente” mujer, es un asunto emocional, psicológico o psiquiátrico.
Cualquier desorden puramente mental o emocional, no es o no debe ser motivo para crear derechos inexistentes, ilógicos e irresponsables. Un sentimiento, peor si desconectado de la realidad biológica y física, no crea derechos. Sentirse como perro no da derecho a morder; creerse cirujano, sin serlo, tampoco a operar pacientes.
Un psiquiatra tuvo un paciente que se creía gallina. Llegó al consultorio quejándose, ¡porque sus huevos salían marrones!