Sesenta años después, ¿por qué iría a la guerra el dominicano?
Santo Domingo.-A una cantidad extendida de la población de hoy puede resultarle complicado entender los motivos de la guerra de 1965, de la que ahora se cumplen 60 años.
Hay, sin embargo, explicaciones.
En los años 2002 y 2015 fueron examinados muchos pormenores y recuerdos de aquella confrontación, así que cualquiera con un interés de fondo haría bien en asomarse a las consideraciones de militares, protagonistas, historiadores, sociólogos, politólogos y periodistas para estas dos ocasiones y a lo largo de estos 60 años.
Se puede afirmar, sin embargo, que en el fondo la guerra tuvo su causa en la pugna iniciada unos meses después del magnicidio del 30 de mayo de 1961 por los sectores que se proponían llenar el vacío político dejado por la descomposición material de la tiranía, a pesar de que, en los planos anímico y mental, la disolución llegaría un par de generaciones después, con la lenta salida de juego —todavía en curso— de los nacidos y formados bajo el trujillato.
De todos modos, la sociedad no está hoy absolutamente libre del influjo de aquel período de poco más de 31 años. Todavía deben de vivir 200 mil personas de aquellas hornadas, las cuales ejercen en medidas variadas su influencia en la vida nacional.
Entonces los dominicanos, como la aldea global, estaban influidos por ideas, hoy no; circulaban credos políticos, hoy no; se podía perseguir y matar por estas ideas y por la afiliación a cuerpos de ideas, hoy no; el dinero era un bien escaso, hoy no; el poder era un objetivo para ponerlo al servicio de una visión del mundo, hoy no.
Con esta mirada de fondo, se puede afirmar que los resortes que impulsan al dominicano a la acción o la confrontación difieren de de aquellos días, cuando gente hermanada por la sangre, los intereses materiales, la condición o las ideas, se batió durante meses por llenar un vacío de poder que hoy no existe.
La guerra
Todo empezó con el apresamiento del entonces jefe del Ejército Nacional, Marcos Rivera Cuesta, un hecho ocurrido el 24 de abril del 65, cuando el entonces capitán Mario Peña Taveras iba a ser detenido bajo la presunción de que era parte de una conspiración para tumbar el gobierno de Donald Reid Cabral.
Si se le quiere poner una fecha de conclusión a la también conocida como “Revolución de Abril del 65”, puede ser la del 3 de septiembre de aquel año, cuando fue firmada el Acta de Reconciliación Nacional.
Este pacto se produjo cuatro meses y 9 días después de iniciadas las confrontaciones y la caída del gobierno de Reid Cabral.
A este acuerdo se llegó por agotamiento y con la presencia de una fuerza internacional liderada por el gobierno de los Estados Unidos de América, que no abandonaría desde entonces el liderazgo de los militares dominicanos como una forma de garantizar el control y el servicio del aparato de violencia del Estado.
Hubo, como consecuencia, un bando perdedor, el de los denominados constitucionalistas, y las izquierdas marxistas que lo acompañaron en todo momento, no porque quisieran la vuelta al poder de Juan Bosch, derrocado por un golpe militar el 25 de septiembre de 1963, sino porque aspiraban, en un ambiente anarquizado, al control del Poder.
Lo que nos mueve
Cualquiera en condiciones de examinar los resortes que impulsan hoy día al pueblo dominicano a la acción o la confrontación encontrará que el dinero tiene una preeminencia tan amplia y extendida como el aire que respiramos.
La fama y el amor podrán relucir sólo si pueden ser un medio para acceder al dinero o si se alcanzan como consecuencia de este.
Y como solidaridad, compromiso, lealtad y sacrificio tienen bajas probabilidades de materializar en este campo, así que deben ser valores ausentes en el corazón del dominicano de hoy.
El dinero es una fuente de poder social y personal. Permite el consumo, una tendencia muy marcada en las sociedades modernas, y atrae adulación e influencias.
Hace 60 años, cuando una parte de los capitalinos se batió con otra parte, particularmente del campo militar, por el control del poder político, la mayoría de los combatientes debía de tener algún ideal como combustible del motor político de la guerra.
Visto de esta manera, se puede afirmar que si el pueblo dominicano tiene una nueva guerra civil lo hará por una razón abiertamente material, no importa si en ello está de por medio el control del aparato político del Estado.
Esta afirmación implica que el gusto por las cosas concretas y sensibles, el deseo vehemente de tenerlas como en los años de los idealismos se tuvo la de alcanzar el poder para ponerlo al servicio de una causa, empezó a posesionarse de los deseos del dominicano en algún momento.
Esto debió ocurrir con la afirmación económica y establecimiento de una firme clase media profesional y económica durante las tres administraciones consecutivas de Joaquín Balaguer y la democratización con el liberalismo al estilo perredeísta a partir de 1978, que impulsó la idea de invertir en la gente.
Con marchas y contramarchas, esta nueva realidad se ha establecido como baremo.
Entre hermanos
2,850 Bajas estimadas en la guerra del 65.
Hay otras cifras, algunas altas como hasta 8,000. La Cruz Roja Internacinoal dio 2,850.
Aquel día
—1— Iba a ser martes
De acuerdo con información de inteligencia que había llegado al presidente Donald Reid, militares comprometidos intentarían un golpe el día 27 de abril.
—2— Inicia la acción
El día 24, sábado, se ordenó el apresamiento de algunos involucrados.
—3— Inició el 65
Las detenciones precipitaron la acción en los cuarteles y las calles.
El dinero ha llenado el vacío político
Concordia. Cuando la guerra del 65 fracasó en su objetivos iniciales de llevar de vuelta a Juan Bosch a la Presidencia, ningún sector dominicano estaba en las condiciones de llenar el vacío generado con la muerte de Trujillo.

Lo hizo el gobierno de los Estados Unidos de América, que aportó hasta las finanzas. Pero no estuvo expuesto para siempre, y cuando salió, al final de la década de 71—80, el dinero, particularmente instrumentalizado en el Presupuesto Nacional, se deslizó al centro del poder, desde donde se pavonea inconmovible.
Si quiebran las finanzas públicas, si se rompe el equilibrio tácito entre la política profesional y los negocios, el pueblo dominicano se asomaría de nuevo a un período caótico, sin nadie en condiciones de poner orden.
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