Como de costumbre, el cantautor vino, cantó y se despidió. Sin embargo, su voz, sus canciones y su sensibilidad social y humana siguen quedándose entre nosotros.
Fue Friedrich Hölderlin, el poeta clasicista y romántico alemán, el modelo de poeta y pensador, quien escribió aquel verso genial según el cual, todo aquello que permanece lo fundan o lo crean los poetas.
Cuando Joan Manuel Serratt (Barcelona, 1943) publicó su primer álbum, yo era apenas un niño. Se trata de “La paloma”, cuya canción homónima es la musicalización, de su parte, del poema de Rafael Alberti, destacado integrante de la Generación del 27 en España. Era el año de 1969.
En ese mismo año se da a conocer el álbum que celebra por completo al inmenso poeta sevillano y lleva por título “Dedicado a Antonio Machado, poeta”.
Así empieza Serratt a marcar una característica de su legado artístico, la impronta de grandes poetas en su corazón, su conciencia, sus letras y su voz, poetas cuyas obras transforma en canciones que, además de impulsar en nuevos públicos la poesía misma, hoy día corean millones de hispanohablantes a ambos lados del Atlántico, así como hablantes de la lengua catalana, entre otros idiomas y culturas.
A partir de esos dos epígonos de la poesía española, Alberti y Machado, el cantautor catalán, coprotagonista de la Nueva Canción, desarrolla toda una travesía por los que denomina sus poetas, a saber, Miguel Hernández, a quien también dedica un álbum completo, León Felipe, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Pablo Neruda, Jaime Sabines, Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Luis García Montero, José Agustín Goytisolo, así como también Joan Salvat Papasseit, Josep Palau i Fabre, Josep Vicenç Foix, Pere Quart, Joan Barril, entre otros, lista parcial que refleja claramente el respeto y el amor que siente el artista por la poesía en lenguas española y catalana.
En el marco de la intimidad, amueblado con un tocadiscos que a mis padres envió al hogar de La Vega, desde Nueva York, mi hermana mayor, para mí, como para tantos de su legión de seguidores, este cantor, compositor, cineasta y actor ocupa un singular rincón emocional que atesoro como un valor vital.
En mi adolescencia y juventud, escuchar y entonar la belleza, el compromiso humano, la fibra amorosa y el incansable clamor por la libertad contenidos en sus canciones, muchas de ellas arraigadas en el folclor y lo popular de la cultura de España e Hispanoamérica, constituía un viaje hacia la esperanza en la verdadera realización del espíritu humano, una mirada hacia un porvenir preñado de dignidad y de respeto por las ideas, el disenso y la vida.
Canciones suyas, basadas en poemas, como “Para la libertad”, de Miguel Hernández, “Vencidos”, de León Felipe o “Cantares” de Antonio Machado, para solo citar tres, y una de su autoría, “Mediterráneo”, son obras de arte con las que he labrado, paso a paso y de tiempo en tiempo, mi propio camino por la vida. Apostaría, sin dudarlo, a que no estoy solo frente a este sentir.
Serratt es un poeta que ha sabido penetrar en lo más hondo del sentido de la poesía como fenómeno estético, como hecho lingüístico y como interregno de comunión, para un mejor entendimiento en la compleja urdimbre de las relaciones humanas.
Siendo justo consigo mismo y con su público, al que respeta hasta los tuétanos, ha dicho que se marcha de los escenarios.
Sin embargo, su arte sigue conquistando adeptos en las nuevas generaciones y su legado a favor de una mejor valoración y una mayor proyección de la poesía, no acomodará sus pasos al retiro ni conocerá jamás el olvido.