Serias preocupaciones democráticas

Serias preocupaciones democráticas

Serias preocupaciones democráticas

Periodista Luis García

La democracia dominicana, para nadie es un secreto, no constituye un sistema de gobierno caracterizado por su fortaleza, sino que, por el contrario, cada día se pone a prueba en ambientes hostiles heredados de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Afortunadamente ha prevalecido, gracias a un pueblo que ha sabido defenderla en los momentos en que ha estado en peligro, incluso ofrendando su sangre en las calles.

La Revolución Constitucionalista de Abril de 1965, que procuró el restablecimiento del gobierno democrático del Profesor Juan Bosch, y las luchas sociales y políticas durante el denominado “Gobierno de los Doce Años de Balaguer” sirven de ejemplo.

A partir de 1978, la democracia ha venido fortaleciéndose. No ha estado libre de desafíos, pero los partidos políticos y los gobernantes se han puesto de acuerdo para conjurar las amenazas. La experiencia de Antonio Guzmán Fernández, Salvador Jorge Blanco, Joaquín Balaguer, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina ha sido vital para que la República Dominicana goce de relativa paz democrática.

Gracias a la intervención del liderazgo político el país logró superar la crisis política de 1994; y el gobierno que surgió dos años después, encabezado por Leonel Fernández, tuvo que soportar más de 4 mil huelgas regionales y generales, sin que pereciera la democracia. Pese a que no contaba con bases sociales, esa primera administración gubernamental del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) concluyó sin traumas el mandato constitucional.

Mientras que, en el 2020, durante el segundo mandato del peledeísta Danilo Medina, en un acontecimiento nunca visto en la historia dominicana, se suspendieron las elecciones municipales. Medina tuvo la visión de aportar los recursos que requirió la Junta Central Electoral (JCE) para organizar ese proceso y el correspondiente a las elecciones congresuales y presidenciales. La democracia prevaleció, y las nuevas autoridades asumieron la dirección del Estado, encabezadas por el presidente Luis Abinader.

Ahora, nueva vez, aparecen sombras en el panorama. Serias preocupaciones democráticas están a la vista. En esta ocasión, con la desventaja de que las autoridades del Partido Revolucionario Moderno (PRM) carecen de esa experiencia que solamente aportan los años vividos y la pericia en el manejo del poder.

Abusos policiales que parecen no tener sanción, las pretensiones de imponer una reforma constitucional que carece de los votos oficialistas para materializarla, parte de la opinión pública cooptada por la fuerza del dinero y funcionarios que amedrentan a quienes encabezan protestas sociales, forman parte de la retahíla de señales que genera preocupaciones democráticas legítimas.

Todo lo anterior es de factura gubernamental, en cuya esfera deberían ser los primeros y más interesados en garantizar la gobernanza y la gobernabilidad en un país en el que una exposición social estaría solo a la distancia de una chispa que encienda la pradera.

El surgimiento inesperado de una crisis política no beneficiaría a nadie en la República Dominicana, cuya población se siente arrodillada ante la inflación y la inseguridad ciudadana.

La aparición de una crisis política significa colocarse en medio de una situación conflictiva que genera inestabilidad e incertidumbre, que influye negativamente en las conductas de sus actores y produciría costos de distinta naturaleza.

La coyuntura resulta oportuna para que la administración que encabeza el presidente Luis Abinader se siente a reflexionar sobre la gran responsabilidad que tiene por delante para garantizar los logros democráticos que ha alcanzado la sociedad dominicana a través de la historia.

Mientras esa reflexión se produce, no dejan de existir serias preocupaciones democráticas. Estamos a tiempo de cualquier remediación.

 



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