Siempre se ha sostenido que el momento más crítico para un atleta de cualquier nivel, pero en especial los más sobresalientes, es tomar la decisión de retirarse, siempre en el entendido, aunque no sea correcto, de que todavía puede seguir aportando algo, no sólo a la causa de su equipo, sino también a la propia.
Ese ha sido el dilema constante que han confrontado deportistas famosos, los cuáles bajo ninguna circunstancia reconocen que ya tienen muchas limitaciones dentro de la cancha y que, sí o sí, les llegó la hora del retiro.
Han sido muchos extraordinarios atletas que, echando a un lado todos los consejos de expertos, han permanecido en acción mucho más allá del tiempo aconsejable, producto de su avanzada edad, lo que conlleva por lógica, una baja de la productividad.
En el país tenemos casos de excelentes atletas que han permanecido activos, más tiempo de lo aconsejable, lo que indefectiblemente los conduce a quedar en ridículo y humillados.
Muchos ante la negativa de aceptar sus realidades, se han convertido en verdaderos trotamundos, incluso jugando en ligas de dudosa reputación.
Esto lo traigo a colocación, por la decisión que recientemente adoptó el veterano Robinson Canó, ya casi con 40 cumplidos, de seguir activo, ahora en la Liga de Béisbol de México.
Si bien es cierto que Canó demostró en el pasado torneo dominicano que todavía le queda un poco de gasolina en el tanque, y que los aztecas están entusiasmados con su participación, no es menos cierto que existen altas posibilidades de que no llene las expectativas.
Esto, como es lógico, podría dejarlo muy mal parado ante los millones de fanáticos que le han dado seguimiento a su carrera de dos décadas en Grandes Ligas. Ojalá que eso no ocurra.