Nadie es profeta en su tierra, una sentencia o advertencia sin desperdicio alguno que deja al descubierto cómo los pueblos le dan escasa o ninguna valoración a su legado más importante y significativo en cualquier estamento.
Jesucristo fue el primero en llamar la atención en ese sentido, cuando según la leyenda, les reclamó a sus discípulos en la sinagoga de Nazaret, quienes en apariencia despreciaban las oportunidades que el Señor les ofrecía.
Este dicho universalmente conocido, de que “nadie es profeta en su tierra”, se aplica como anillo al dedo a los que logran buena reputación y se destacan fuera de su lugar de origen, mientras en su propia tierra no les reconocen o ignoran, por envidia o enemistad, cualquier atributo.
En países como el nuestro, históricamente, somos especialistas en desconocer los méritos de hombres y mujeres que se destacan en cualquier actividad.
Aquí eso se aplica desde el mismo descubrimiento de la isla, siendo el cacique Guacanagarix el primero que entendía que todo lo extraño era superior a lo propio.
Incontables dominicanos han tenido que descollar en el extranjero para ser reconocidos en su propia tierra después de muchos años.
Es más, todavía ciudadanos que han realizado aportes significativos en todos los renglones, son ignorados en forma olímpica.
Esto lo traigo a colación por el homenaje en grande que recibirá hoy el recién fallecido baloncestista dominicano, Antonio “Chicho” Sibilio en Barcelona, España, donde era un héroe deportivo.