Preparando una charla para un grupo de adolescentes, descubrí que si escribes en Google “cómo ser popular” aparecen 13 millones de páginas que te dan consejos sobre eso.

La verdad que me quedé sorprendida, pero luego me di cuenta que es algo inherente al ser humano.

Todos queremos integrarnos en un grupo, sentirnos valorados y aceptados y ser popular es sinónimo de éxito. ¿Qué es lo que me descoloca de esto? Que en todos los consejos sobre cómo ser popular te transmiten que para lograrlo debes cambiar y pocas veces te motivan a que seas tú mismo y logres que otros te admiren por eso.

Y luego nos preguntamos por qué hay tantas personas jóvenes y adultas con problemas de autoestima.
Desde que naces ya te han encasillado.

Y tienes un camino marcado del cual si te sales, eres el raro. La inocente sinceridad de los niños se pierde en el mismo instante en que los adultos los encasillamos y los tratamos no como niños descubriendo el mundo, sino cómo pequeños adultos que deben ser perfectos.

Les creamos toda una idea en su cabeza, llena de expectativas más propias que de ellos mismos, matamos cualquier amago de independencia pensando siempre que es por su bien; les marcamos el camino de tal manera que coartamos su desarrollo y aquellos que de alguna forma se rebelan no lo hacen por ser ellos mismos, sino por escapar de la presión y el resultado es negativo.

¿Qué pasa si no eres popular? Absolutamente nada, si encuentras tu camino, te mantienes fiel a ti mismo y a tus sueños, logras acercarte a la felicidad, tienes amigos de verdad que te quieren por lo que eres y no porque lo que esperan que seas, habrás logrado que tu autoestima se quiera.