La interrogante “Ser o No Ser, esa es la Cuestión”, es la primera frase de la mundialmente famosa obra teatral clásica de William Shakespeare, Hamlet Príncipe de Dinamarca, escrita por allá en el 1603. La misma representa la pregunta existencial frente a las tensiones propias del hombre entre la voluntad y la realidad. Algo parecido a lo que sucede en el país frente a una Reforma Fiscal.
La semana pasada el Poder Ejecutivo presentó a las cámaras legislativas su proyecto de presupuesto para el año venidero 2022. El mismo presenta ingresos por un total de 869 mil millones de pesos (que algunos estudiosos estiman este sobre valorizado) versus un gasto público ascendente a 1,155 mil millones. El déficit obvio que se espera se ha planificado sea cubierto mayormente por deudas.
Entre los aumentos de gastos más significativos se destaca un esperado aumento salarial para los miembros de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas de un 40 %, mientras que entre las reducciones hay partidas de varios Ministerios, incluyen el de Salud Pública. Entre la reducción de ingresos por los adelantos impositivos de la minería y un financiamiento o nuevas deudas por unos 284 mil millones, es obvio que el desequilibrio fiscal de la nación no puede seguir este camino.
Las expectativas de una reforma fiscal, la cual deberá ser íntegra, simplificada y acompañada de una ley de responsabilidad fiscal, vuelve al tapete a raíz de declaraciones de congresistas, ministros y del propio jefe de gobierno. Pero la pregunta eterna es quién cargará con el costo político que representa racionalizar el dispendio tan amado por políticos, y las cargas y costos adicionales para el consumidor que dicha reforma habrá de representar.
Ser o no ser, esa es la pregunta. Ser responsables a costa de popularidad es el tema esencial que yace detrás del necesario equilibrio fiscal que requieren las finanzas públicas. Hacemos votos porque la misma sea llevada a cabo racionalmente, con las mejores intenciones y que no termine en la tragedia que resultó ser Hamlet.