“Las palabras mueven, el ejemplo arrastra” es una expresión que encierra un mensaje poderoso. Que mueve al que escucha con todos los sentidos.
Que cala en los huesos cuando la asumimos como estilo de vida. Su efectividad está confirmada cuando se practica de forma consciente y de manera indiscriminada.
Cuando hacemos rutina el “vivir en lo correcto y predicar con el ejemplo” logramos trascender, ser vida en la muerte y permanecer a pesar de la partida, aún cuando nos toque arar en el desierto y remar contra la corriente. Y es ahí cuando somos luz y guía para los demás, cual estrella en el firmamento.
Estas palabras, en las que creo con fervor, son confirmadas cada día y, en ocasiones y situaciones extraordinarias, como la partida de personas excepcionales, cobran más vida.
Hoy las escribo como tributo a la vida, a la alegría y la fe, tres palabras que identificaron a nuestra querida Senabri Silvestre, ida en el tiempo perfecto de Dios.
Y es que la familia del periódico El Día se siente a media asta con la partida de una mujer que se fue a brillar en otro cielo, pero que, mientras estuvo en este plano, fue luz para muchos con sus palabras y acciones cargadas de fe, con su prédica activa, fortaleza y perseverancia, pero sobretodo su ejemplo de determinación y creencia inquebrantable, esa que ni siquiera la enfermedad pudo doblegar, pues hasta el último momento siempre estuvo firme y confiada en Dios.
Aunque los días han pasado, no lo suficientes para quitar el mal sabor, aún cuando hemos asumido celebrar su vida no su muerte, en esta columna solo quiero dejar plasmada la alegría con la que vivió y la avidez que la distinguió.
Así es, Senabri vivió con avidez todo.
Fue ávida en el aprendizaje, en el ejercicio de su profesión y en la fe. Muchas veces le dije que admiraba su enfoque y determinación a avanzar.
En nuestras conversaciones compartíamos nuestra pasión por los viajes, conocer lugares y personas, vivir experiencias nuevas y compartirla con los que amamos. Sin embargo, había algo que compartíamos aún más: el amor por nuestros hijos.
Ella fue, sin discusión alguna, una gran madre. Sé que su ejemplo seguirá vivo y será luz para muchos. ¡Buen viaje compañera!