El sociólogo y físico francés Gustave Le Bon afirmó que “las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos”.
Hay que ser fuertes, obrando con hechos, porque las palabras se las lleva el viento. Si no se viabiliza en la práctica, todo lo dicho, aunque sea reafirmado hasta la saciedad, se queda en humo.
Un humo frágil que desaparece por el efecto que se produce en una ventana abierta.
No seamos seres de voluntades débiles, porque ellas solo dan paso a decepciones y falta de confianza.