La misión es lo que da sentido a la vida. Los seres humanos vinimos a este mundo por una razón. No somos fruto del azar o del absurdo. No somos una casualidad o un accidente. Cada ser vivo, humano o natural, cumple una misión en la sublime creación de Dios. Y la misión está más allá de nosotros mismos. Es parte del diseño divino.
- 1. La misión del ser humano es espiritual:
No vinimos a este mundo a ser famosos, a tener dinero, posesiones materiales o estatus social. Tenemos una misión espiritual que cumplir que transciende el tan exaltado YO ante quien se arrodilla la cultura capitalista occidental.
La desgracia humana se produce cuando se olvida la misión espiritual de amar al prójimo. Cuando se impone el homo economicus y el homo consumus en detrimento del cultivo del alma y su bondad, se pierde todo el sentido de la existencia o su razón de ser.
- El Espíritu de Dios guía nuestra misión:
En nuestra misión en este mundo no estamos solos. El Espíritu de Dios nos marca el camino a seguir. Somos escogidos por Dios con una misión específica asignada en función de dones y talentos que Él nos da, pero siempre orientada a la trascendencia y progreso espiritual.
- La misión humana es servir:
Estamos llamados a servir a otros, a mejorar la vida del prójimo. Tenemos el compromiso de dejar un mundo mejor que el que encontramos cuando dejemos de existir en la tierra y pasemos a otra dimensión. Si nuestra vida no logra mejorar por lo menos a los que viven a nuestro lado, tenemos que preguntarnos si estamos cumpliendo nuestra misión en esta tierra o estamos viviendo en vano.
- La misión humana expande la gracia divina:
Cuando cumplimos con nuestra misión de bien y servicio expandimos la acción de Dios en el mundo. A propósito de eso, el Papa Francisco nos recuerda que “Mi vida, mi actitud, la forma de ir por la vida debe ser un signo concreto del hecho de que Dios está cerca de nosotros”.