Señor presidente, detenga eso… ¡Por favor!

Señor presidente, detenga eso… ¡Por favor!

Señor presidente, detenga eso… ¡Por favor!

Patricia Arache.

Pocos países del mundo pueden exhibir el desarrollo de los sectores productivos y el crecimiento económico que muestra la República Dominicana, en momentos en los que todavía la humanidad se bate en la lucha contra el Covid-19, que durante dos años paralizó la casi totalidad del globo terráqueo.

Ha sido un trabajo arduo por parte de los distintos sectores nacionales, inspirados en las ejecutorias del gobierno que encabeza Luis Abinader, para relanzar la economía nacional y particularmente, las áreas de mayor impacto, como el turismo, la construcción, zonas francas y pequeñas y medianas empresas.

Los reportes del Banco Central y las valoraciones de los organismos internacionales no dejan espacio a la duda: la República Dominicana sigue siendo la cuna del milagro económico de América.

Basta con decir que su principal industria, el turismo, evidencia el mayor crecimiento jamás antes tenido, ni siquiera previo a la pandemia del coronavirus.

“La llegada de turistas a la República Dominicana creció en el mes de abril, con el arribo de 626,010 visitantes no residentes, lo que representa un aumento de un 7% por encima de abril 2019 y un 13% por encima de abril 2018”, expresa con legítimo orgullo y satisfacción el ministro de Turismo, David Collado.

En el país, habría pocos grupos en capacidad de cuestionar el buen comportamiento de la economía nacional, si no fuera porque seguimos con esas grandes deudas sociales acumuladas, las cuales distintas administraciones públicas fracasaron en saldar, ya por falta de iniciativas, o por respuestas erradas a esas problemáticas.

Citar esas deudas que presionan a la mayoría de la población, tomaría mucho tiempo y espacio. Comparto algunas: calidad de la educación, protección social, desigualdad en los ingresos, déficit habitacional y fortalecimiento institucional, ejes en torno a los cuales surgen muchas articulaciones que permitirían un país con un mejor índice de desarrollo humano (IDH).

A esos déficits sociales, se suman la inquietud y preocupación que provocan las agresiones y muertes de ciudadanos y ciudadanas a manos de la policía. Las estadísticas de esos desmanes dejan perplejo al más flemático.

De acuerdo a los propios organismos competentes, el Ministerio Público y la Policía Nacional, agentes de la institución han aniquilado a unas dos mil veinticinco (2,025) personas en el período 2005-2022, incluyendo doce, en apenas el primer cuatrimestre de lo que va de este. ¡Así, no!

A los grandes esfuerzos por alcanzar el bienestar colectivo y la elevación de la calidad de vida de la gente, es necesario que el presidente Abinader incorpore su voluntad férrea para lograr las importantes transformaciones sociales que demanda la población. Él, como gobernante, lo sabe y está plenamente consciente.

La reestructuración de la Policía Nacional es ya inaplazable. Es tiempo de que, con sus 86 años de creación, deje de ser un cuerpo represivo, persecutor y temible, como se percibe en pleno siglo XXI, y pase a ser una instancia de servicio, confianza, cercanía y apego con la ciudadanía.

Una acción en ese sentido, elevaría la valoración del presidente dominicano que, según un informe de la revista estadounidense Americas Quartelry, publicado en el país en las últimas horas y divulgado también por CNN, ocupa el primer lugar de aceptación, con un muy envidiable 70%, al ser evaluado junto a otros nueve homólogos de América Latina.



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