Grave preocupación. Tensión extrema. Dudas. ¿Será acaso el mensaje a descifrar en el rostro y los gestos de las personas a las que uno observa, o escucha dialogar, haciendo compras, deambulando por las calles o en los centros comerciales? La lava ardiente que se acumula en el interior de la tierra emite señales de peligro.
Se percibe un temor borroso que nos recuerda momentos de gran conmoción en los últimos cincuenta años de nuestra historia. Los desconcertantes días de la muerte de Trujillo, las horas anteriores al derrocamiento del presidente Bosch en el 1963, los momentos que antecedieron a la insurrección de abril del 1965.
Luego, la invasión estadounidense, el asesinato de Orlando Martínez, la guerrilla del coronel Caamaño, el ascenso al poder del presidente Guzmán y las dificultosas confrontaciones verbales y amenazas de revuelta tras los comicios del 1990, del 1994 y del 2004.
Sería auspicioso que nada inquietante ocurriera y que un sinnúmero de temores y preocupaciones frente al proceso comicial se disuelvan en declaraciones y debates legales propios de estos escarceos.
Solo que nunca como ahora la pasión, la irracionalidad, el espíritu de venganza y el rencor que se respira en el aire habían alcanzado los niveles actuales. La violencia verbal y el irrespeto en el debate, por ejemplo.
Uno percibe en el ejecutivo una amargura incurable ante el impedimento de continuar frente a la cosa pública.
Su decisión de escoger a un candidato con escasas y limitadas aptitudes como hombre de Estado ha resultado, en definitiva, una salida aparatosa y sin elegancia.
Otro factor es la actitud indeclinable de Fernández de utilizar sus capacidades para imposibilitar la continuidad en el poder del PLD. Se equivocan quienes sueñan con que el exmandatario perdonará el sarcasmo brutal de que fue objeto en las deformadas elecciones primarias.
Sumemos a este hecho las disputas en cuanto al suspicaz proceder de la Junta Central Electoral (JCE), que ha hecho repicar las alarmas. Y unos comicios en los que, miles de aspirantes y sus seguidores tomarán las calles utilizando cualquier medio, no necesariamente los más civilizados, para obtener el favor de los electores… por las buenas o por las malas.
Quien desee verificar el contexto de la situación económica, no las absurdas cifras oficiales, que se pasee por las zonas comerciales de Santo Domingo, Santiago, y ciudades del sur y del este del país.
Miles de negocios han cerrado sus puertas. Las primas del euro y del dólar se disparan, superando las del 2003, tras el cierre del Banco Intercontinental. El costo de la vida alcanza dimensiones sin precedentes. El experto Rafael Espinal califica el tan cacareado crecimiento económico como “poco inclusivo” en tanto “apalanca la ya masiva y peligrosa deuda externa”.
Un estudio de “RD Internacional” informa que cerca del 66 por ciento de los jóvenes no consigue trabajo. Un funcionario de Medio Ambiente reaccionó aterrado ante las denuncias de “talas masivas de árboles” en San Juan.
La justicia muestra su peor rostro ante las denuncias formuladas por el periodista Marino Zapete, mientras continúa la edificación de una terminal de autobuses frente al Parque del Este en franca violación a la ley.
Los asesinatos de mujeres, suicidios, desapariciones, atracos, crímenes y la sangre que se vierte por asuntos de drogas aumentan hasta el horror. Asesinan a una funcionaria bancaria en su propio hogar.
Calles y autopistas son cada vez más peligrosas. Once personas mueren en dos accidentes de tránsito.
Este es el desapacible ambiente que se vive en el país, las señales de peligro de unos inquietantes comicios que involucran a millones de personas.