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Semiótica de la corbata

Si alguna vez el corazón fue el asiento del alma, el saber de Renato Descartes estremeció esta convención y desde entonces fue perdiendo terreno hasta ser hoy doctrina de reductos teosóficos.

Según Descartes, el trono del alma está en la glándula pineal, una minúscula particularidad del cerebro a donde también fue a buscar la razón del ser, al señalar como prueba última de la existencia… el pensamiento. De todos modos, la importancia de la parte del cuerpo dispuesta desde el cuello hasta los pies está fuera de dudas.

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Según una leyenda, durante el mismo siglo de las propuestas de Descartes, Francia, de donde era nativo, recogió de croatas un paño usado por estos para cubrirse el cuello y de aquella decisión ha venido a ser nuestra corbata de hoy día, una prenda de uso extendido como parte de la indumentaria en ciertos círculos sociales.

El cuello ha sido puesto allí por la evolución y con desprecio o desconsideración de su razón orgánica, los franceses le encontraron una función agregada: nexo entre la cabeza y el tronco apropiado para llevar corbata.

Un observador desmarcado de la estructura convencional puede aceptar el que la corbata es símbolo de la lengua. Una lengua larga, por cierto.

Y si el alma reside en el cerebro y la facultad del lenguaje tiene también allí su residencia, se puede aceptar a la corbata como el grito del alma en su empeño por expresarse en un mundo organizado alrededor de dinero, formalismos sociales y apego por las cosas.

El predominio de la cultura occidental, su condición de punta de lanza en la hedonización del hombre completo y la instrumentalización de la condición humana por los intereses materiales, han arrastrado a todas las culturas.

Así, los usos y las costumbres, no importa su irracionalidad, son asumidos desde oriente hasta occidente, desde el sur hasta el norte del Planeta.

Tenemos otro posible simbolismo, acaso interesante, atribuible a la corbata: es un nudo corredizo. Sí, eso mismo, un nudo como el utilizado en los ahorcamientos.

El signo adquiere su significación por la cultura, se dice en círculos académicos, pero en estos círculos también se dice que el signo (en este caso el símbolo) habla por el portador.

Como consecuencia, ante un sujeto encorbatado podemos ver a uno sometido al formalismo de su condición u oficio, a uno en busca de un obsesionado con el estatus, o a uno de alma gimiente sin saberlo.

Símbolo de éxito, de distinción, grito mudo del alma o nudo corredizo por donde nos tiene cogidos la cultura, la corbata anda acompañada de un código que incluye dirección de las líneas, color, forma del nudo, textura, tipo de tela y quien sabe cuántos periquitos más fuera del alcance y el conocimiento de este escribidor.

Una revolución hipotética pudiera gritar:
¡Abajo la corbata!
¡Arriba la corbata!
¡Viiiva!

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