Intento evitar las semanas en blanco, me dijo el otro día un amigo. Me llamó la atención esa expresión y le pregunté a qué se refería exactamente.
Me dijo, muy sencillo, son esas semanas en las que te levantas, vas al trabajo (o cualquier otra responsabilidad), regresas y te duermes.
No haces absolutamente nada, salvo aquello que se espera de ti. No es solo rutina, es caer en un bucle de acciones en las cuales solo existe la palabra responsabilidad. ¿Y qué haces para evitarlo? Pregunté muy interesada.
Más sencillo todavía. Cada día intento ser el protagonista de mi vida, me contestó.
Trato de hacer algo, cualquier cosa, que sea decisión mía, que me guste, que me divierta, que me relaje o simplemente algo diferente que me rete.
Y no tiene que ser algo espectacular, caro o rebuscado.
A veces es algo tan simple como leer una revista, caminar por un parque, llamar a un amigo, ir a una tienda para ver las novedades de aquello que me gusta… Cuando vio mi sonrisa me dijo… Piensas que eso lo haces tú todos los días, pero si te pones a analizar cuántas semanas en blanco tienes a lo largo del año, te darás cuenta que ganan.
Todo hoy en día se reduce a responsabilidades, grandes o pequeñas, todo el mundo de alguna forma espera algo de ti, y cuando te das cuenta pasa un día, pasa otro y no has tenido tiempo de hacer algo porque sí, sin ninguna razón, sin ningún objetivo, solamente por el placer de hacerlo, más aún, solo por el gusto de tomar la decisión de realizarlo, y que sea tuyo, solo tuyo.
Son momentos extremadamente necesarios, son acciones antiestrés, rompen rutinas y que ponen color a esas semanas en blanco.
Definitivamente, me convenció.