Estamos celebrando la Semana Santa, tiempo en que conmemoramos el milagro de amor más trascendental en favor de la humanidad, el sacrificio de Jesús en la Cruz del Calvario estampó un sello de eternidad con Dios a la que estábamos vedados, por el pecado cometido en el Edén.
Este suceso dio cumplimiento a una serie de profecías que anunciaban que Dios había concebido un Plan de Salvación y lo haría a través de su Hijo. Los judíos del tiempo de Jesús sabían que el Mesías vendría de Belén.
En el libro de Miqueas 5;2 dice: «Pero tú Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad».
La llegada de Jesucristo cambió la esperanza de vida en la eternidad para todo el que cree en El, al reconocerlo como Hijo de Dios y Salvador nuestro, tenemos asegurado la eternidad con Dios y es precisamente eso lo que celebramos en la Semana Mayor, con Cristo resucitado hemos pasado de muerte a vida.
Hoy el mundo una vez más atraviesa por grandes retos, las potencias quieren resolver sus problemas por cuenta propia, con sus propias armas, cada uno expone la suya y amenaza con su poderío, sin tomar en cuenta la vida de sus respectivos ciudadanos. Dios nos enseñó el arma mas poderosa, EL AMOR, pero el hombre no ha querido entender.
Los tres años del ministerio de Cristo aquí en la tierra, la Pasión, Muerte y Resurrección nos legaron el camino a una vida de paz, amor y salvación espiritual. Celebremos este tiempo llenos de gozo, con la certeza de que servimos a un Cristo Resucitado.
Hagamos un alto y en sacrificio vivo apartemos estos días para interceder ante nuestro Señor en favor de la paz mundial. El amor de Dios permanece para siempre porque no es un sentimiento adherido, es un atributo a su existir. ÉL ES AMOR.