En el año 2004 el laureado psiquiatra, catedrático universitario y escritor español, Enrique Rojas escribió una obra, considerada como la más atinada y exacta radiografía psicosocial de una personalidad laxa, superficial, no comprometida, presumida, cuyo punto vital solo está sujeto a la satisfacción individual y al placer de tener lo que se deseare y punto.
Veinte años después, esa personalidad, aunque tiene vigencia en distintas partes del mundo todavía, ya no es tan pura y se pueden observar comportamientos y compromisos en las nuevas generaciones que las distancian de ese bien estructurado retrato que presentó el especialista de la salud mental, al inicio de este siglo XXI.
Se trata de “El Hombre Light”, en la que queda establecido que “la superficialidad y la apariencia son más valoradas en la sociedad que la profundidad y la autenticidad y en la que las personas se preocupan más por su imagen que por su crecimiento personal”.
También resalta que quienes ostentan una personalidad light se rehúsan a comprometerse con relaciones extensas y profundas o con proyectos a largo plazo, ante lo cual, preferirían lo superfluo y los cambios constantes; así como la búsqueda de placeres continuos y momentáneos.
Si se hiciera un ejercicio de recordación, se llegaría a la conclusión de que una parte importante de la generación del milenio o los Millenials, conocida también como generación Y (1981-1996) y, por supuesto, la casi totalidad de la generación Z (1997-2009) se muestran distintos en muchos ámbitos y, en forma natural, ya los Alfa, nacidos a partir del año 2011, comienzan a mostrar su distancia con aquel personaje irresponsable, indiferente, banal, pueril, egoísta y petulante.
Hoy, la sociedad está tan diversificada que, a veces, no permite que se aprecien los cambios que vienen produciéndose en el mundo y las expresiones positivas de gente nueva, fresca y consciente (lo que puede estar más allá del tema de la edad biológica y, entonces, se debe vincular con la expresión de una visión generacional) vienen ensanchando y flexibilizando los espacios de convivencia.
Muchos políticos no han sido los más audaces al momento de reconocer los cambios que experimentan las sociedades y por ello algunos fundamentan sus campañas electorales en los mismos discursos que antes les brindaron muy buen resultado y se olvidan de que los votantes y la población, en sentido general, se van renovando en forma continua.
Desde hace un tiempo se observan en calles, universidades, partidos y movimientos políticos, instituciones del Estado, entidades bancarias, empresas, comercios, establecimiento de servicios, entidades especializadas y organizaciones sociales no gubernamentales, entre otros, a jóvenes, hembras y varones, que han decidido comprometerse consigo mismos, pero, sobre todo, con su familia y con su país para cambiar las cosas. Han venido dando pasos, lentos pero seguros, hacia el cambio. Y qué bueno.
Los resultados comienzan a verse en distintas partes del mundo, en las que jóvenes, incluso, ya han tomado el control de las políticas públicas y todavía no han defraudado a quienes les dieron la autoridad para hacerlo.
Yo no sé mañana, pero aún siguen firmes en sus compromisos que, tradicionalmente, suelen ser de interés colectivo.
Lo ideal es que ese proceso de cambio continúe materializándose, porque es muy evidente que las sociedades demandan una renovación, pero, eso sí, ésta debe estar acompañada de la visión futurista, pero experimentada, de quienes, sin ser contemporáneos de la juventud, hayan jugado su papel en todos los órdenes con talento, responsabilidad, honestidad, ética y compromiso.
Ah, cierro con una cita del considerado padre contemporáneo de la inteligencia emocional, psicólogo y periodista científico estadounidense, Daniel Goleman, porque aplica para todos los sectores: “En el futuro los líderes serán personas que saben dividir su poder para dar su poder”.