El presidente norteamericano Joe Biden acaba de tropezar, y de muy mala manera, con la misma piedra conque han tropezado los doce presidentes que le han antecedido en la Casa Blanca desde 1959.
Cuba decidió ser libre y soberana y Estados Unidos decidió hacerle pagar ese gesto de alta dignidad. Y empezó una sistemática y continua guerra de agresión bajo las más variadas y absurdas formas de la guerra sucia.
Para demostrar que la reforma agraria hecha por la revolución era un fracaso, empezó la guerra bacteriológica contra los campos de Cuba. Intentó sabotear la alfabetización y sus agentes llegaron al colmo de cometer asesinatos como los de los memorables brigadistas Conrado Benítez y Manuel Ascunse. Tentativas de asesinatos contra Fidel, el envío de un bien armado cuerpo expedicionario como el de Playa Girón. Infiltraciones de terroristas y saboteadores.
Y a ese respecto cabe recordar la mancha de oprobio que el régimen golpista del Triunvirato le cargó al país, en 1964, cuando prestó el territorio dominicano para que desde Punta Presidente, en el emblemático Monte Cristi, salieran Eloy Gutiérrez Menoyo y sus mercenarios a invadir a Cuba.
Así, hasta que ahora, aprovechando las dificultades provocadas y agravadas por el endurecimiento del bloqueo, las consecuencias de la pandemia y viejos y nuevos problemas económicos, han pretendido hacer un nuevo intento sedicioso.
Tropezaron nuevamente y seguirán tropezando. El de Cuba es un pueblo educado en el patriotismo y la defensa de su dignidad martiana, por más veneno que destilen sus enemigos, ese pueblo no se dividirá, el partido, las fuerzas armadas ni su liderazgo tampoco.
Ese liderazgo es heredero de una larga tradición de lucha frente a la sedición y ya hemos visto la inteligencia y el temple con que el presidente Díaz Canel y sus compañeros han reaccionado, muy diferente al baño de sangre provocado por Iván Duque en Colombia. Desde luego, que las críticas caen sobre el gobierno cubano dizque por represivo y el respaldo será siempre a los genocidas como Duque.
Ojalá un día los enemigos de Cuba levanten los pies y reconozcan el derecho de cada país a elegir su camino, como lo ha hecho Cuba, tal como debería hacerlo cada pueblo y cada país de nuestro continente.