Seguimos a espera de nueva cultura política

Seguimos a espera de nueva cultura política

Seguimos a espera de nueva cultura política

Periodista Luis García

Este domingo, una parte del pueblo dominicano acudió a las urnas a votar en correspondencia a la convocatoria extraordinaria hecha por la Junta Central Electoral (JCE), relativa a celebración de las elecciones municipales, luego del fracaso de las que debieron llevarse a cabo hace un mes.

El proceso de votación se realizó en un ambiente que puede considerarse de normalidad. La población exhibió, como en ocasiones anteriores, un alto nivel de civismo. Ahora corresponde a los partidos, agrupaciones y movimientos políticos comportarse a la altura de las circunstancias de una coyuntura de crisis política e institucional.

Luego de la suspensión de las elecciones municipales que estaban previstas a celebrarse el 15 de febrero pasado, la sociedad dominicana vive una especie de frenesí colectivo, en el que cada sector lo relativiza, y ve el fenómeno solamente desde la óptica de la conveniencia particular, sin que, necesariamente, medie el interés nacional. Mientras que el árbitro, la Junta Central Electoral (JCE), cuenta con un bajo nivel de credibilidad, lo que complejiza aún más la situación política y electoral.

Las críticas de los partidos de la oposición no cesan. Parece que se vive en medio de una locura, en la que cada quien dice tener la razón. De hecho, el filósofo, psicólogo e historiador francés Michel Foucault solía afirmar que la locura se traduce en una forma de imposición, debido a que el chiflado es aquel que escapa a las lógicas impuestas desde las diversas esferas de poder.

Fuera de la geografía nacional se nos observa sumidos en una crisis política e institucional de gran magnitud. Esto empaña la imagen de un país que exhibe la tranquilidad como parte de sus atributos para atraer a millones de turistas extranjeros cada año.

La manera de cómo se ejercita la actividad política, a veces primitiva y sin criterio estratégico, pone en tela de juicio la bondad y la propensión a la paz que caracterizan al pueblo dominicano.

A partir del año 2010, cuando se aprobó la penúltima reforma constitucional, existen nuevas reglas, las cuales han impactado significativamente los sistemas político y electoral. Entre ellas, destacan la Ley 33-18 sobre Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos; y la 15-19, de reforma al Régimen Electoral.

Las mismas han creado las bases necesarias para la instauración de una nueva cultura política, basada en la madurez y el respeto a los principios democráticos.

La clase política debe resolver sus controversias a través del diálogo civilizado. Nuestro país, por diversas razones, constituye un Estado débil, cuya incidencia en el escenario geopolítico no es significativa. Jamás avanzaremos si no establecemos claramente lo que queremos y aspiramos, actuando en una misma dirección con el firme propósito de alcanzar los objetivos estratégicos deseados.

El diálogo civilizado es el camino a recorrer por la sociedad, jamás el de la confrontación y de la locura política. Intereses políticos o de cualquier otra índole particular jamás deben ser colocados por encina de los del pueblo dominicano.

La práctica ha sido que ni partidos, ni candidatos suelen aceptar las derrotas. Por el contrario, incidentan los procesos electorales, creando caldos de cultivos generadores de crisis políticas.

Y es por eso que la sociedad dominicana sigue esperando que se produzca en anhelado cambio de cultura, que de paso a la madurez política en el país.