Las manifestaciones en la Plaza de la Bandera, los parques de los pueblos, la diáspora en distintas partes del mundo y los cacerolazos, es solo una expresión de desahogo colectivo ante un mal de 20 años que cargamos los dominicanos.
Canalizar esos sentimientos, nos da conciencia colectiva, y eso es un valor agregado de la generación nuestra que «despertó» ante un hecho sin precedentes en nuestra historia, suspender unas elecciones. Y pongo entre comillas el verbo despertó, porque no es verdad que nuestra juventud estaba dormida, por el contrario, lo demostró en la reforma fiscal del año 2012, Los Haitises y su lucha contra la cementera, la lucha del 4% para la educación , Loma Miranda Parque Nacional, La Marcha Verde y otros tantos hechos que perjudican el bien común.
Este hecho de la suspensión del proceso del domingo 16 de febrero nos invita a provocar que amanezca más tarde que nunca; la crisis político-electoral en la que estamos así lo demanda y por eso la juventud movilizada lo reclama como un derecho fundamental.
Las páginas gloriosas nuestras están escritas con sangre de muchos jóvenes que ofrendaron su vida sin importarle nada ni nadie, por eso es crucial y pertinente una lucha como esta que tiene al frente jóvenes encabezándola.
Queda pues convertir estas protestas de la tragedia no en comedia sino en votos, ir a votar masivamente el 15 de marzo y que la hegemonía del partido en el poder se vea diezmada por los que gritamos a todo pulmón que se van, y nuestra democracia no siga afectada por la arrogancia, el maltrato y el robo al erario público.
Hay que seguir en las calles pidiendo investigación y castigo para los responsables, antes, durante y después de las elecciones.