Se nos fue Memín

El pasado 28 de mayo, en horas de la noche, recibí la infausta noticia de que en el Hospital Padre Billini había perdido la batalla contra el cáncer de colon un ser humano humilde, pero de condiciones excepcionales: Juan Antonio Rincón Mieses (Memín).
A Memín lo conocí en los años finales de la década de los 60, militando en el otrora Movimiento Popular Dominicano (MPD), en la antigua Zona Norte del viejo Santo Domingo. Ambos éramos adolescentes que no pasábamos de los 20 años, pero militantes aguerridos en los tenebrosos 12 años del régimen balaguerista, que segó la vida de cientos de revolucionarios y sembró el país de cadáveres a lo largo y ancho de su territorio.
La cacería emprendida contra toda la organización a raíz del secuestro del agregado aéreo de la embajada de los Estados Unidos en el país, teniente coronel Donald J. Crawley, luego de la reelección de mayo de 1970, hizo que nos separáramos. Yo fui al Cibao Central como miembro de la dirección regional Norte, y el camarada Memín continuó militando en los barrios más empobrecidos y de mayor tradición de lucha popular, especialmente en la guerra de abril: Gualey, La Cañita, Los Guandules, 27 de Febrero, Espaillat, Simón Bolívar y otros más.
Nos volvimos a encontrar como inquilinos involuntarios en la cárcel de La Victoria a finales de 1973, cuando llegué tras haber caído preso en San Francisco de Macorís, y Memín en la capital, cumpliendo con su deber de militante del partido de la enseña roja y negra.
En La Victoria, donde los hombres se separaban de los muchachos, donde el peligro era constante y la verdadera naturaleza humana quedaba al descubierto, Memín aún siendo un adolescente se mantuvo firme como un roble. Como decían los presos, “cogió su cárcel como un hombre” y nada lo hizo flaquear ni vacilar. Nadie fue a prisión por su debilidad; nadie se sintió delatado o traicionado por él, porque, como dijo Julius Fucik, líder de la resistencia checa, hecho preso y torturado por la Gestapo nazi: “Cuando la cabeza no quiere, ni la boca ni el culo hablan”.
Fue solidario con sus camaradas en prisión, mostrando un valor espartano frente a las constantes agresiones policiales y de los bandoleros usados para hostigar a los que Balaguer llamó presos políticos. Durante casi tres años en el área del llamado Hospital, nunca lo vi triste. Aunque callado por su naturaleza, siempre tenía una sonrisa a flor de labios. No conocía el miedo y jamás lo vi exaltado.
Salimos de la cárcel y seguimos militando en el MPD hasta que, por razones diferentes, decidimos abandonar la organización tras la llegada al poder del presidente Antonio Guzmán. Sin embargo, continuamos nuestra militancia en el partido del Jacho Prendío, bajo el liderazgo del Dr. José Francisco Peña Gómez. Nunca renegamos de nuestro pasado ni de las convicciones en que nos formamos.
Así pasaron casi 40 años, y siempre Memín y yo mantuvimos las mismas relaciones de amistad y cariño forjadas en nuestra vieja militancia roja y negra.
La última vez que lo vi fue en la extraordinaria marcha del pasado 27 de abril, con motivo del 60 aniversario de las gestas gloriosas del 24 y 28 de abril de 1965. Lo noté entusiasta y decidido a recorrer a pie los casi 8 kilómetros que separaban la plazoleta La Trinitaria de la estatua del héroe de abril, coronel Francisco Caamaño Deñó, frente al baluarte del Conde. No me imaginaba la gravedad de su dolencia, ni mucho menos que ese sería el último día que nos veríamos. No sabía que caminaba hacia la muerte, dando una muestra de morir como vivió: como un verdadero guerrero.
Fue, como tantos otros camaradas valiosos, sin nombre sonoro ni apellido rimbombante, un héroe anónimo de los barrios pobres y marginados. Un héroe olvidado por su condición de clase, pero de esos de quienes no se puede escribir la historia del movimiento revolucionario sin mencionar sus nombres, so pena de cometer un acto de injusticia.
Camarada Juan Antonio Rincón Mieses (Memín), tu muerte repentina y sin previo aviso nos deja un enorme vacío en el corazón. Ya no tendremos al hombre solidario y leal a nuestro lado. La indescifrable muerte se llevó tu eterna paciencia, pero tu recuerdo permanecerá imperecedero en nuestras conciencias.
Descansa en paz, camarada Memín. Tu ejemplo de lucha y sacrificio será siempre bandera para seguir luchando por una sociedad más justa e incluyente.
Paz a tu alma y descanso eterno a tus restos.
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